1913 Nace y muere el cuarteto
El terceto deviene cuarteto Gardel, Razzano, Martino y Salinas. Visitan Zárate y San Pedro con gran entusiasmo, pero el fracaso económico hace que el grupo vaya desmembrándose, hasta que Gardel y Razzano se quedan solos y desalentados. Deciden regresar a Buenos Aires y refugiar su desánimo en sus respectivas barras porteñas. En diciembre, el dúo debuta en el Armenonville cobrando $ 70 por noche, una importante suma para esa época.
Los quince masters de cera grabados por Gardel en abril de 1912 fueron enviados a los Estados Unidos, donde se matrizaron y copiaron. Se pusieron a la venta en Argentina a comienzos de 1913, con el siguiente repertorio:
T594: La mañanita, estilo / Me dejaste, estilo.
T595: Mi madre, estilo / Es en vano, canción.
T637: Pobre Flor, estilo / La mariposa, estilo.
T638: El almohadón, vals / Brisas de la tarde, canción.
T728: Sos mi tirador plateado, estilo / Yo sé hacer, cifra.
T729: Mi china cabrera, estilo / A mi madre, estilo.
T730: El sueño, estilo / A Mitre, vals.
Son catorce canciones, editadas en siete discos dobles Columbia Record, etiquetas color azul marino con letras doradas. Quedó fuera “El prisionero”. Se desconoce qué ocurrió con esa placa. Quizás se dañó o extravió la matriz en el viaje de ida a Norteamérica.
Un anuncio de la revista Fray Mocho, de 28 de marzo, lo presenta como: “Carlos Gardel, tenor. Artista del Teatro Nacional. Discos dobles de 25 cm a $2.-m/n”.
En el anuncio aparece un retrato suyo, de juventud (una copia del original quedó en manos de Juan Faustino Sarcione). Luce un traje oscuro, camisa blanca de cuello de bordes redondeados, ajustado por una corbata voladora de lazo negro. Un sombrero de paja de cinta hasta el borde que oculta sus abundantes cabelleras peinadas con raya al medio. Más o menos es la misma vestimenta que caracterizaba a Betinotti. Justamente, en la misma página, por debajo, aparecía una conocida fotografía del payador José Betinotti, sentado, pulsando su guitarra.
A comienzos de año el cuarteto formado por Gardel, Salinas, Martino y Razzano ensayaba sus nuevas técnicas corales con intensidad. Tenían por objetivo llegar a participar de los carnavales que se desarrollarían en Zárate —ciudad litoral, a 90 kilómetros al noroeste de la Capital— en el mes de febrero.
Otazú dijo que a comienzos de 1913 “Andrés de Filpo lo había llevado al Morocho a cantar a un café de la esquina de La Rioja y Caseros (frente a Parque Patricios). Los aplausos y los bises que los parroquianos pedían a gritos parece que molestaron a algún vecino, el cual se quejó a la comisaría. Acudió un vigilante para hacer cesar el bullicio y para que, llegado el caso, se llevase preso al cantor”. Como el agente tardaba en regresar el comisario fue a buscarlo y le halló entre el público, aplaudiendo ruidosamente a quien debía arrastrar. Pero la voz del cantor también sedujo al comisario. Escuchó y luego le invitó a cantar al día siguiente en casa de su familia. Y después fue siguiéndolo de un recital a otro.
Tras un mes de ensayos, el cuarteto de emprendedores se apresuró a subir al tren rumbo a Zárate. Viajaban a la aventura, sin ningún tipo de contrato, o contacto previo. La ciudad tenía entonces unos 20.000 habitantes y era un activo puerto de comercio.
Una vez en Zárate lograron un acuerdo con el dueño del bar “El 25” de la calle Independencia. Debían actuar gratis y el local les entregaba una botella de licor o un boleto de lotería que al final del show los cantores podían rifar entre la concurrencia con la esperanza de recaudar algunos pesos, método que apenas si les permitía cubrir gastos. Tras varias presentaciones, una de las noches, decidieron fugarse sigilosamente del Hotel El Globo —sito en la esquina de 19 de Marzo e Ituzaingó—, para eludir el alquiler (Gardel representa esta situación en una tragicómica escena al inicio del film “El día que me quieras”, de 1935).
Continuaron viaje río arriba, por el margen oeste del Paraná, acompañados por las privaciones económicas a las que se sumaba el temor de ser reclamados por la policía. Salinas decidió dejar el grupo, pero sus compañeros le convencieron de probar suerte antes en San Pedro, ciudad cabecera del partido homónimo, donde ofrecieron varias actuaciones, durante semanas, con relativo éxito. Salinas finalmente tomó la decisión de regresar a Trinidad, su ciudad natal, en la provincia de San Juan. Dijo que tenía que atender unos asuntos familiares urgentes.
Nos podemos imaginar el desánimo de los tres amigos que, sin la guía de Salinas, se enfrentaban al dilema de resistir o de abandonar la aventura. Les quedaba confiar en las armonías de sus voces y en la calidad de su repertorio. ¿Sería suficiente? ¿Valdría la pena proseguir con ese esfuerzo? Se armaron de coraje y decidieron persistir.
Se relacionaron con el comisario Walter Terrada, quien intercedió ante el dueño del biógrafo (cine) de San Pedro con la finalidad de permitirles actuar durante los intervalos. En la mencionada sala son escuchados por los dirigentes políticos del Partido Conservador y miembros de la Sociedad Rural, Dr. Luis G. Perazzo y Pedro Mendizábal, y confirman unos shows en el club Social de San Pedro.
Faltando Salinas, el terceto intercalaba sus cantos con interpretaciones instrumentales, recitados y refranero (aportados por José Razzano), monólogos y dichos graciosos o irónicos (a cargo de Carlos Gardel), solos instrumentales, zapateo y malambo (por parte de Francisco Martino).
En el mes de julio arribaron a la ciudad de San Nicolás de los Arroyos, un importante centro de población que se aproximaba a los 30.000 habitantes. Era asiento de los ferrocarriles de Buenos Aires, Rosario y Central Argentino sobre su línea de Luján a Pergamino.
Figuras influyentes en el Club Social convencieron a la junta para que los oyeran a fin de contratarles [Francisco García Jiménez, 1976, pág. 55]. El debut pactado tenía que producirse el miércoles 16 de julio, pero se postergó hasta la noche siguiente, tal como informa la edición del jueves del diario “El Noticiero” de San Nicolás: “Ha quedado postergada para esta noche la audición musical del terceto de guitarras formado por los jóvenes artistas Carlos Gardes, Francisco Martino y José Razzano. Desarrollarán un programa eminentemente nacional, haciendo conocer sentimentales aires provincianos. Los jóvenes de referencia cantarán también diversas canciones nacionales, con la propiedad y gusto que encierran todas esas reminiscencias de la tierra. Al efecto, los socios del Club Social quedan invitados para esta noche [17 de julio] a las 9 y estamos seguros que pasarán una agradable velada”. La reseña permite deducir que el interés se centraba en las guitarras más que en las voces pues en un párrafo se hace hincapié en que se trata de una “audición musical del terceto de guitarras (…) quienes (…) cantarán también diversas canciones”.
La exaltación de las guitarras, más que el canto, se refleja en otra nota del diario “El Progreso” del 17 de julio: “Esta noche a las 9 tendrá lugar en los salones del Club Social, un concierto de guitarra dado por los profesores Carlos Gardes, Francisco Martino y José Razzano. Según los informes que tenemos se trata de verdaderos artistas que tienen pleno dominio sobre el instrumento que ejecutan”. Y como si fuera un corolario se añade: “Estos señores cantarán algunos estilos criollos que serán seguramente del agrado de las personas que concurran al concierto de esta noche. Nos encarga la comisión del Club que por intermedio de estas líneas invitemos a todos los socios y estamos seguros que la velada de esta noche dejará gratísimos recuerdos entre los que concurran, porque se hará buena música y se cantarán estilos nacionales”.
Por la madrugada el periódico “El Noticiero” testimonia: “Tuvo lugar anoche en los salones del Club Social la audición musical del terceto de guitarras que forman los señores Carlos Gardes, Francisco Martino y José Razzano. Los caballeros que asistieron a la reunión mostráronse satisfechos por la reunión e interpretación dada a la música nacional, y el gusto con que cantaron en dúo varios tristes provincianos”.
Repiten en el Club Social, el viernes 18. Al respecto el diario “El Progreso” menciona: “Tanto las piezas que ejecutaron como los números de canto, agradaron mucho, siendo muy aplaudidos”. Una vez más vemos cómo se diferencia entre piezas instrumentales y cantadas.
Las citadas autoridades habrán sido las responsables de invitarlos a tocar en el cuartel regional. El periódico “El Noticiero” de San Nicolás, el 19 de julio, asienta: “Esta tarde de 4 a 5, en el 2º Batallón del 5º de Infantería, el terceto de guitarras que anteanoche se hizo oír con éxito en el Club Social dará una audición musical haciendo conocer escogidos aires nacionales. Además de los jefes, oficiales y conscriptos asistirá también numeroso público, dando el acto en consecuencia lugar a una interesante reunión”.
Ese día, en la librería y papelería de don Tomás Caballé, calle Bartolomé Mitre esquina La Plaza, el Morocho del Abasto compró una libreta de tapa dura negra, y en ella comenzó a pegar recortes periodísticos en los que el grupo apareciera mencionado. Confeccionó un sello donde compuso con letras sueltas de goma: “Crónicas de mi gira artística, Carlos Gardel”. Quizás tuviera en mente presentar tales recortes como curriculum para algún posible contrato de grabación o de actuación a su regreso a la capital. Como explicó Razzano: “Los recortes que invariablemente pertenecen a la sección Vida Social están siempre encuadrados en unas inscripciones alusivas que el cantor hacía con aquella su letra casi caligráfica. Ciudad: Pueblo de San Nicolás – Pcia. de Buenos Aires – Diario El Noticiero… etc., etc.”.
A pesar de los auspicios y la publicidad, la gira seguía siendo poco redituable a nivel monetario. En la revista “Cancionero” de Montevideo, en octubre de 1933, Gardel reconocerá que: “Aquello marchaba de mal en peor. Las salas se encontraban cerradas o no tenían interés alguno en el número. En esa forma llegué a Pergamino”. Tal como narra, durante la mañana de su llegada recorrieron los 80 kilómetros que los separaban de la ciudad de Pergamino.
En Pergamino actuaron en el Teatro Concert, sito en las actuales avenida de Mayo y Dr. Alem. El sábado 26 lo hacen en el “Savoie”. El periódico local “El Diario”, en su edición del 26 de julio, anunciaba: “Un número interesante se ofrece esta noche en el Savoie, constituido por un terceto de jóvenes argentinos que cantarán con acompañamiento de guitarra varios trozos selectos de música. Componen el terceto los jóvenes Carlos Gardes, Francisco Martino y José Razzano, de cuyas aptitudes tenemos las mejores referencias por testimonios serios e imparciales. Dichos jóvenes han actuado por varias noches consecutivas en San Nicolás, mereciendo la mejor acogida. De ahí recibimos las referencias que dejamos anotadas”.
Después de las performances en el Savoie de Pergamino, parten hacia el pueblo de Rojas, a 40 kilómetros. Cabecera del partido, fundado en 1779. Población de unos 15.000 habitantes.
Allí debutan el 10 de agosto en el Club Social. El diario rojense “Gazas y Flores”, en su edición del 11 de agosto, informa: “Anoche en este Centro Social se presentaron los artistas Carlos Gardes, Francisco Martino y José Razzano, dando una sesión de todo lo que se refiere a música nacional: vidalitas, cantos provincianos, milongas, tristes, etc. El selecto auditorio allí congregado pudo comprobar el exquisito gusto y la hábil interpretación que supieron dar a todos los números en que se hicieron oír. Para esta noche la audición de los mismos se llevará a cabo en el ‘Club Progreso’ en el cual no dudamos que alcanzarán otro nuevo éxito, particularmente en los cantos provincianos a los cuales saben imprimir su verdadero colorido. En el deseo de hacerse conocer del público en general de este pueblo, mañana lunes actuarán probablemente en ‘La Perla’ y pasado en el ‘Colón’. Con que ya saben los aficionados a la música nacional no deben de desperdiciar la ocasión que se les presenta de oír los cantos típicos de nuestro país que tanto alegran el corazón”.
Refiriéndose a la misma función del 10 de agosto, el diario “El Nacional” de Rojas amplía: “Hemos tenido el placer de recibir la visita de los jóvenes Carlos Gardes, Francisco Martino y José Razzano, cultivadores de nuestro tradicional instrumento nacional, la guitarra, cuyas notas arrancadas con verdadero dominio del arte y ejecutadas en forma hábil, por los mencionados guitarristas, anoche en los salones del Club Social, merecieron los aplausos de los presentes, quienes —y muy especialmente los argentinos— pasaron momentos agradabilísimos. Estas clases de audiciones netamente criollas, es difícil que lleguen hasta nosotros con frecuencia, porque son pocos los ejecutantes que se resuelven a salir en gira, y es por eso que los aires provincianos, estilos y vidalitas ejecutados anoche por los señores Gardes, Martino y Razzano, en el instrumento querido de nuestra patria, fueron oídos con profundo regocijo, llegando al corazón de los pocos criollos que estuvieron en la audición. Esta noche el terceto aludido, se hará oír en los socios del ‘Club del Progreso’ y mañana y pasado en los salones de ‘La Perla’ y el ‘Colón’ a fin de que todo el público pueda participar de tan atrayente sesión musical”.
El periódico “Gazas y Flores”, en su número del 13 de agosto, anexa: “Como era de esperar dado el extenso y escogido programa que se había confeccionado, un inmenso público ocupó por completo desde muy temprano, anteanoche las localidades del salón biógrafo ‘La Perla’ de modo que cuando dio principio el espectáculo, era obra más que difícil el poder encontrar un solo sitio vacante… El número descollante de la noche, fue la presentación del terceto de música nacional compuesto por los jóvenes Carlos Gardes, Francisco Martino y José Razzano, quienes con verdaderos méritos alcanzaron una delirante ovación. Las diferentes canciones que entonaron acompañándose a la guitarra, tuvieron aquel sello genuino criollo por lo que deleitaron a la inmensa concurrencia que llenaba el salón, la cual no dejó ni por un instante de prodigarles sus mayores elogios”.
Tras la gala del lunes 11 de agosto, repiten en la misma sala el miércoles. Sobre esta última el periódico “El Nacional” reseñó: “Con regular público dieron anoche su segunda audición en el salón biógrafo ‘La Perla’, los simpáticos jóvenes que constituyen el terceto nacional musical y de los cuales ya nos hemos ocupado extensamente en ediciones anteriores, haciendo resaltar los excelentes dotes que poseen en lo que se refiere a su arte. Por ahora bástenos decir que como siempre fueron aplaudidísimos por la concurrencia en su nuevo repertorio de canciones provincianas, estilos criollos, dichos y refranes en los cuales está demás decir que rayaron a una gran cultura”.
Completan sus actividades en Rojas el 12 de agosto, en el salón-biógrafo “La Perla” y el 13 en el salón-biógrafo “Colón”.
Emprenden el retorno a la ciudad de Buenos Aires y en ese trayecto pasan por Junín, una de las ciudades más pobladas de la zona, con cerca de 35.000 habitantes. Se cree que tuvieron que presentarse allí en algún local, pero nada está confirmado al respecto.
Recalaron en la ciudad de Mercedes. Consiguieron un acuerdo con los dueños de la confitería “San Martín” a partir del 24 agosto y hasta el 27. Un anuncio del miércoles 27 expone: “Confitería San Martín, de Bruno y Julián. Calle 26, esquina 25. Biógrafo todas las noches. Hoy Miércoles 27 de Agosto de 1913 a la hora del Vermouth de 6.30 a 7.30 se exhibirán tres novedosas vistas [películas]. De noche a las 8 y 30 cuarta función del celebrado Terceto Nacional, formado por los Srs. Carlos Gardel, Francisco Martino, José Razzano. Gran éxito —Augusto Grasso— Gran éxito. Hombre Fonógrafo”.
La madrugada del miércoles el diario “El Siglo” de Mercedes resume: “Anoche dio otra audición musical y vocal el terceto que actúa desde el domingo en esta acreditada confitería, compuesto por los señores Carlos Gardel, Francisco Martino y José Razzano. La maestría con que ejecutan en la guitarra y la voz clara y armoniosa de los payadores hacen que los espectáculos satisfagan completamente las exigencias del público, que noche a noche llena el amplio salón de San Martín. Esta noche darán su última representación, por lo que creemos será mayor la afluencia del público”.
Ese mismo día 27 el boletín local “El Orden” glosa: “Desde hace varias noches los concurrentes a la acreditada confitería San Martín, de los señores Bruno y Julián, vienen asistiendo a las interesantes veladas que les proporciona un terceto de cantores criollos, quienes al compás del tradicional instrumento modulan sentidas canciones nacionales. Anoche tuvo lugar una nueva velada, congregando a inmenso público, que aplaudió entusiasmado el desempeño de los artistas”.
Nótese que a partir de aquí la prensa ya comienza a utilizar más el apellido Gardel, con “ele” final. Por otra parte, “Carlos Gardel” es el nombre con el que han salido publicado sus primeros discos, que se han puesto a la venta desde comienzo de año.
Al parecer, tuvieron una invitación para presentarse en Chacabuco, ciudad de 25.000 habitantes, cruzada por el Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico (hoy San Martín). Se desvían de su camino hacia Buenos Aires. El trío montó su número en el Salón Moderno, el 5 de septiembre. Al día siguiente el diario “El Mentor” recoge: “Ante un selecto y numeroso auditorio se hicieron oír, con un bello programa, los señores Carlos Gardel, Francisco Martino y José Razzano, que forman el terceto nacional en el ‘Salón Moderno’. Su inmejorable presentación congregó en el citado salón a un buen número de familias (…). Para esta noche el citado terceto se anuncia en el ‘París Salón’ con un variadísimo y ameno programa de estilos, canciones, aires provinciales, etc.”. La anunciada presencia de los artistas en el París Salón de Chacabuco la noche del 6 quizás se haya suspendido pues faltan testigos o registros que avalen que se realizó.
Hicieron pie en Alberti el 10 de septiembre. Así lo informa “El Tribuno”: “Presentáronse anoche ante el público congregado en la confitería ‘El Recreo’ del joven Pascual Esquiroz, los jóvenes artistas Carlos Gardel, Francisco Martino y José Razzano, quienes ejecutaron el desarrollo de afamadas canciones criollas, hermosos y nuevos estilos, graciosos dichos, refranes y típicos aires nacionales, todo lo cual fue escuchado por la concurrencia con recogimiento, prodigándose al final del atrayente espectáculo merecidos aplausos a granel”.
Marcharon luego hacia el partido de Bragado, de más de 15.000 habitantes. El diario “El Censor”, edición del 17 de septiembre, confirma que “esta noche debutará en el “teatro Francés” el terceto criollo Gardes, Martino y Razzano, tres criollos que al compás de la vihuela entonan toda clase de aires nacionales y que vienen precedidos de fama de buenos, según las crónicas de los puntos donde han actuado. No se trata de payadores, sino de cantores que hacen oír trozos poéticos escogidos, sentimentales, filosóficos o humorísticos finos y agradables. Recomendamos pues la audición nacional de los tres criollos que hoy y mañana alegrarán el ‘teatro Francés’ y que son profesionales de las casas fonográficas Columbia y Víctor”.
A pesar de la publicidad, la actuación en Bragado tuvo que ser suspendida debido a un fuerte vendaval que asoló la región. En estas desesperantes circunstancias conocieron a Enrique Pedro Maroni, quien el año anterior había estrenado su primera obra teatral: “Los Bohemios de Bragado”, por la compañía de César Ratti. Se inició una gran amistad de años. Luego le grabarían muchos tangos a Maroni.
Frustrada la presentación en Bragado, se dirigieron a la vecina localidad de General Viamonte.
Se presentaron en el salón del “Cine 43”. Así quedó documentado en el diario local “La Tarde” del 18 de septiembre: “También este salón ha sido víctima de la inclemencia del tiempo, pero anoche a falta de otros números de películas, proporcionó a su público una grata y amena velada. No se esperaba por cierto tal novedad que en verdad lo constituye el terceto criollo que anoche debutó en aquella sala. Carlos Gardel, José Razzano y Francisco Martino, tres criollos de pura cepa, tres payadores, tres mirlos no salidos ciertamente de las soledades de las lejanas pampas, sino de los centros de la urbe federal, con el instrumento nacional como fiel compañera, nos hicieron vivir gratas horas de reminiscencias patrias, entonando con el sentimiento tradicional de nuestros gauchos, hermosos estilos y canciones varias, en que el espectador creía estar sentado frente al fogón, acariciando amorosamente a su ‘china’, su compañera inseparable de sus más felices días. Vaya como un elogio de lo que en realidad valen esos tres jóvenes, diciendo a nuestros lectores que no dejen de asistir el jueves al Cine 43 si es que quieren oír algo bueno y pasar unas horas gratas al espíritu”.
A tenor de la noticia han debido presentarse por segunda vez, en el escenario de aquel “Cine 43” el jueves 25 de septiembre. Durante ese ínterin Francisco Martino tomó la decisión de abandonar la gira, por lo que es posible que la segunda actuación programada se haya abortado. Otros autores afirman que Martino siguió junto con sus amigos casi hasta el final del periplo, excepto Bahía Blanca. En este punto, Gardel dejó de recopilar en su libreta los recortes periodísticos locales que documentaban los pasos seguidos.
Reflexionó Razzano: “desgraciadamente, la libreta resultó demasiado grande para una gira tan chica. De sus cuarenta y ocho hojas, sólo hay dieciséis ocupadas”.
La información de la gira a partir de aquí se nos torna más opaca e imprecisa.
Se movían a través de trenes de carga (a veces quizás como polizones), trepados a la carreta de algún pueblerino que los quisiese llevar, o simplemente a pie.
Sabemos que pasaron primero por Lincoln, región de intensa actividad agrícola y ganadera, con unos 12.000 habitantes, cabecera del partido homónimo. Allí los conoció Arturo Jauretche, quien luego sería un célebre escritor: “A Gardel y Razzano los conocí en mi pueblo, Lincoln, cuando cantaban en el bar San Martín. Pasaban el sombrero y juntaban moneditas. Razzano mismo me contó que corrían la gran liebre. Gardel aflojó: ‘Yo no salgo más a cantar, Oriental’.” Como vemos, la inviabilidad de su futuro como músicos estaba muy presente en sus ánimos.
Cruzan a la provincia de Córdoba, a la pequeña población de Huinca Renancó, de 6.000 habitantes. Los músicos llegan a la estación y son asistidos por el violinista Diego Cordero. No los conocía, pero al verlos bajar tan andrajosos y perdidos, decidió echarles una mano. Según relata Orlando del Greco, gracias a las gestiones del muchacho “lograron cantar allí tres días en un hotelito frente a la estación, pasando luego por recomendación suya también, al pueblo de Cañada Verde, en un hotel de un pariente”. Se trataba de una estación del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, inaugurada en 1905. Pero aquí les sucedió lo mismo que en Bragado: una tormenta les impidió la actuación en los tres días convenidos. “¡Todo inundado y no sé nadar!”, se quejaba medio en burla Gardel. La amistad con el benefactor cordobés se mantuvo. Cordero era un gran compositor. Ya en 1912 había compuesto un tango: “¡Qué hacés, qué hacés!”.
Ya en cercanía con el Territorio de La Pampa decidieron seguir el mismo periplo que Gardel y Martino habían experimentado el año anterior, empezando el recorrido por donde lo habían dejado.
Pasaron primero por General Pico. Razzano tenía familiares en la localidad y ellos los alojaron y les consiguieron contactos.
En Quemú Quemú, en octubre de 1913, actúan en el bar Central (el mismo lugar a donde el año anterior tocaron Gardel y Martino). Dieron dos veladas y una de ellas la dedicaron en honor de Zenón Mariani, director del diario “La Voz de Quemú” y de la revista “Brisas pampeanas”.
Prosiguen hacia Bahía Blanca, actuando en lugares non sanctos y en el Politeama Cassano, hoy edificio de Tribunales. En Bahía Blanca se encuentran con Ignacio Corsini, el futuro gran cantor de tangos, que también estaba haciendo su primera gran gira por el interior junto al circo ecuestre de Anselmi. Conversaron sobre los payadores de Almagro. Gardel le cantó “El moro” y Corsini le respondió con “El clásico”. Desde entonces surgió una gran amistad y respeto mutuo. [Ignacio Corsini (hijo), 1979].
Para poder pagar el boleto de regreso tuvieron que vender sus guitarras en la estación ferroviaria (Gardel llevaba, muy posiblemente, aquella que había ganado en el bar “El Criollito” en 1902).
Ya otra vez en Buenos Aires retoman sus quehaceres cotidianos y Carlitos regresa a la fonda de los Traverso, en el Abasto. Pero el año aún les deparaba más aventuras…
El 28 de diciembre Razzano volvía de pescar en el recién construido balneario de la costanera cuando alguien lo llamó desde la puerta de la Confitería Perú, ubicada en la avenida de Mayo y Perú. Era Francisco Taurel, un hombre de la farándula y de la política, organizador de veladas nocturnas para gente adinerada. Necesitaba a unos cantantes para una reunión que se realiza en la confitería esa misma noche y a la cual concurrirían Pedro Carrera (senador y dueño de la estancia “La Ballena” de Necochea), Cristino Benavídez (jefe de Policía de la Provincia de Buenos Aires) y Osmán Pérez Freyre (importantísimo pianista y compositor chileno). Razzano le dice que se puede presentar con un amigo. Corrió a toda prisa hasta la fonda de O’Rondeman pero Carlos se había ido. Al final lo localiza en la casa de su novia, Margarita Pretera, que vivía en la calle Nueva Granada (hoy Boulogne Sur Mer). Carlos festeja la noticia que le trae su amigo, pero pronto se percataron del inconveniente: ¡habían vendido sus instrumentos! Es posible que se les haya pasado por la cabeza integrar a Pancho Martino, pero este se encontraría ausente o con otro compromiso. Recurren a la ayuda de otro amigo, Alfredo Deferrari, quien les prestó su guitarra. Con ella se presentaron a las diez de la noche en la elegante Confitería Perú. Ante su distinguida concurrencia, entonan varias obras del repertorio que tanto habían ensayado durante su agotadora gira. La actuación es muy bien recibida por su pequeño público.
Tras copas y canciones, el grupo invitó a los músicos al establecimiento de “Madame Jeanne”, prostíbulo regenteado por una amiga de Francisco Taurel, en la calle Viamonte, entre Maipú y Esmeralda. La dueña se hacía llamar Jeannette o, también, La Ritana. Casada con un inmigrante corso, Juan Garesio, dueño de una cadena de burdeles, era ella una de las más célebres madames de Buenos Aires. Se había dispuesto una gran cena para el grupo. Los artistas, rodeados por las muchachas de la casa y alentados por aquellos comensales de la clase alta, actuaron allí después de la cena. Osmán Pérez Freyre ejecutó el piano, y Carlos Gardel y José Razzano cantaron hasta las primeras horas del día siguiente: 29 de diciembre de 1913. Durante el transcurso de la velada, Gardel entra en conversación con La Ritana. La mujer había llegado a Buenos Aires en 1903 como integrante de la compañía lírica de Enrique Caruso y su nombre real era Giovanna Ritana. Entre ellos surge una atracción.
Tras la cena y más copas, el corro se encaminó hacia el Armenonville, primer cabaret y restaurante de lujo en la ciudad, sucesor del Pabellón de las Rosas, ubicado en la avenida Alvear (hoy Del Libertador) y Tagle. Se trataba de un amplio chalet estilo europeo, rodeado de jardines, con filas de mesas y sillas rodeando la pista de baile, en planta baja. Al principio funcionaba solo en verano.
El grupo pide a los músicos que canten. Pero Gardel se había olvidado la guitarra en el domicilio de La Ritana. Entonces, por intermediación de Francisco Taurel, el gerente del Armenonville, consiguió otras dos: una perteneciente al payador Arturo De Nava, que por ese entonces actuaba allí y dejaba su instrumento, y la otra perteneciente al señor Lanzavechia que era uno de los dueños del establecimiento. Gardel, por supuesto, escogió la de su ídolo y maestro.
“Carlos y José no se daban tregua y el champagne, los hacía cantar mejor según avanzaba la madrugada. De ‘La pastora’ pasaban a ‘El pangaré’. De ‘El moro’ a ‘Mirala como se va’ o al ‘Adiós que me voy llorando’. Los curiosos no aguantaron más y se entreveraron en la rueda. El entusiasmo iba in crescendo pues era la primera vez que oían aquello a dúo y tan armónicamente concertado” (Francisco García Jiménez, 1946). Entre los curiosos que se acercaban al reservado estaban el escritor argentino Ricardo Güiraldes, autor del célebre “Don Segundo Sombra”, y Jorge Newbery, uno de los pioneros de la aviación argentina. El recital improvisado terminó con una ovación cerrada de todos los presentes.
Lanzavecchia y Loureiro, los dueños del Armenonville, al observar la reacción provocada, pidieron conversar con los artistas para llegar a un acuerdo. El propietario se reunió con Razzano y le propuso actuar todas las noches. “Y por si lo necesitan, aquí tienen el pago adelantado”. Y alargó 70 pesos. Gardel pensó que ese era el caché por todo el mes y preguntó a su camarada si además había arreglado para que le pagaran la comida, aunque sea. “¡Hermano, los 70 pesos son por noche!”. Gardel reaccionó emocionado: “¡Viejo, deciles que por esa plata soy capaz de cantar y de lavarles los platos!”. “Créanme amigos —rememoraba en 1933— que han pasado bastantes años de este suceso, pero ese instante de recibir mi primer dinero como profesional ha sido el más delicioso de mi carrera. Hoy y mañana quizá cobre cifras fantásticas por actuar una hora, pero nunca me emocionará lo más mínimo, no me harán el efecto extraño, mezcla de halago y emoción, de esos primeros 70 pesos que gané junto a Razzano”.
Para ellos era una pequeña fortuna, pero lo más importante era el orgullo de saber que podrían vivir del oficio que más anhelaban. Las presentaciones en el famoso cabaret Armenonville se realizaban todas las noches a las 22 horas. Los metió de lleno en lo más alto del panorama musical porteño, y los llevó a compartir cartel junto a otros grandes músicos, como el maestro Roberto Firpo, Eduardo Arolas o Tito Roccatagliata.
La noche siguiente, 29 de diciembre, se produjo el debut oficial del dúo, con un éxito aún más rotundo. Enfervorizado, el público —entre los que se contaban importantes estancieros, políticos, actores, escritores, prestigiosos artistas de teatro— paseó en andas a sus nuevos héroes de la música nacional. Gardel, sin entender qué estaba sucediendo, le preguntó a su compañero: “¿Pepe, estos bacanes nos están cachando o qué?”.