SUCESO GARDELIANO N°24 - 04/11/2020
CARLOS GARDEL, EN BUSCA DE UNA IDENTIDAD
Mucho se hablado sobre el origen de Carlos Gardel, pero muy poco sobre su decisión y el orgullo de adoptar la ciudadanía argentina, hecho trascendental en la historia contemporánea Argentina. Podemos afirmar que nadie elige dónde nacer, pero sí elige la comunidad, a la que quiere pertenecer; nadie puede negar que Gardel vivió su argentinidad a pleno, es por eso que hoy podemos afirmar que Gardel es parte, no solo de la iconografía de Buenos Aires, sino a lo que nos define como porteños y como argentinos.
El conjunto de rasgos propios que caracteriza a un individuo o a una colectividad frente a los demás, es la conciencia que tiene de ser ella misma y con características propias. La identidad de una comunidad se manifiesta a través de su historia, sus tradiciones, sus expresiones artísticas, su arquitectura y su gente y podríamos afirmar que Carlos Gardel fue el catalizador de aquel movimiento cultural que hoy el mundo reconoce, como Identidad Porteña o Argentina.
Para entender el desarrollo del fenómeno Gardel tenemos que remitirnos, como en otras notas, a la Buenos Aires de principios del siglo XX y a los cambios originados con la inmigración, multiplicados con tal fuerza y masividad, que inauguraron una dinámica social y un mestizaje con un vuelo que sólo el tango fue capaz de mostrar y expresar.
El Tango fue el vehículo de todas aquellas vivencias y cambios culturales que constituirían un binomio perfecto cuando Gardel incorpora su voz y su estilo al crear el Tango Canción, describiendo las historias y vivencias de la nueva sociedad que se estaba gestando. Reconocido inequívocamente como símbolo del ser argentino, en general y del porteñismo en particular; de ahí que todos los porteños tengamos algo de Gardel.
En 1931, Osvaldo Sosa Cordero comentaba sobre el canto: “La identidad de Gardel y Buenos Aíres lloran sus milongas por boca de cientos de cantores. Casi me atrevería a afirmar que cada porteño lleva en sí un Gardel”.
Contexto
La Capital Federal pasó de tener el 7% de extranjeros en 1895 al 50% en 1914. Y si a estos sumamos los provincianos, resulta que sólo un tercio de su población había nacido allí. El cambio sufrido por la nación fue de una magnitud inusitada; la nueva situación terminó cambiando los ejes culturales sobre los que pivoteaba nuestra sociedad. Los arquetipos sociales derivados de la cultura, variaron radicalmente.
El gaucho fue tomado en esa época como ejemplo del quehacer nacional, por la clase media-baja (de ahí el auge de los payadores, la música criolla y otras artes que lo reflejan) e incluso como reflejo de todas las virtudes más nobles del ser humano: de allí proviene la palabra “gauchada”, siempre como algo positivo. Buena parte de la élite local promovió el arte nacional, las tradiciones argentinas, incluyendo la danza y el baile del tango. Durante esta época de los gobiernos liberales-conservadores no sólo se produjo la máxima prosperidad que conoció la Argentina, sino que además tenía más movilidad social que cualquier otro país de su entorno. Un ejemplo de ello son los propios Gardel y Razzano que, siendo extranjeros y de humildísima cuna, llegaron en poco tiempo a los más altos grados de popularidad y prestigio, por méritos propios.
Al cambiar la geografía humana de una manera tan drástica, fue forzosa la construcción apresurada de nuevas estructuras físicas y simbólicas. Surgieron nuevos paradigmas de vida, de comportamiento y de ideales; existen registros sobre la xenofobia expresada por algunos sectores de las clases acomodadas, pero la crónica menuda finalmente no tuvo la fuerza necesaria para oponerse a los ineluctables procesos integradores que se pusieron en marcha.
La nueva tierra
Desde aquella mañana en que doña Bertha y Carlitos, con muy pocos años, pisaron tierra argentina como tantos otros millones de inmigrantes, iniciaron una nueva vida, desconocemos los motivos y la decisión de elegir este país, pero creo seguro que fue porque argentina auguraba grandes oportunidades.
Desde muy pequeño Carlitos debió ser entregado al cuidado de amigas de su madre para que ella pudiera dedicarse a su extenuante trabajo. Cuentan los hijos de Rosa Corrado de Franchini que compartieron su infancia con Carlitos, que “desde muy chiquito soñaba con ser cantor. Él mismo lo decía. Muchas veces, de noche, cuando se acostaba, lo veíamos en la cama con un pequeño palo, a manera de guitarra, y cantaba las canciones de la época. A los siete años se sentaba en las puertas de calle a cantar, y enseguida lo rodeaba un mundo de muchachitos y por intermedio de ellos, muchas familias se lo llevaban a sus hogares, durante días enteros”. Relata Bertha que, a los doce años, le pidió las llaves de la puerta de calle porque «esa noche tenía un programa”. Vale decir que a edad temprana ya daba recitales amateurs en casas de familia y otros sitios.
Su infancia fue como la de la mayoría de los adolescentes pobres de la época. Pasaba gran parte de su tiempo en la calle, buscando la oportunidad de hacer algún dinero, timbeando, apostando y otras veces a través de actitudes no muy santas que le ocasionaron dificultades con la policía. Ese tipo de vida era una obsesión para aquel muchachito morocho, peinado con raya al medio, bastante gordito y de andar desenfadado. Doña Berthe ya había perdido las esperanzas de retenerlo a su lado. La calle pasó a ser su casa, en diferentes ocasiones, durante días y hasta meses.
Carlos Gardel de pie y su amigo Alfredo Ferrari sentado posando en un estudio fotográfico “para la posteridad”. 1912
Es conocida su detención en Florencio Varela por vagancia o fuga del hogar en 1904, por la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Por lo que sabemos estos encuentros con la policía serian frecuentes, esto describe la compleja situación socio-económica en que vivía, situación que supo sortear por su inteligencia y tenacidad, esas cualidades serian un eje fundamental para encarar los desafíos futuros.
Corre el año 1907, época de los bailarines de la talla del Cachafaz, Tarila, El Escoberito, El “Flaco” Alippi y el “Negro” Pavura, creadores de la coreografía del tango, todavía sin letra. Después llegó Carlitos Gardel a darle voz. En el Abasto tallaba el Payador José Betinotti, genial autor de “Pobre mi madre querida”; que escuchaba al jovencito con verdadero cariño. Otras grandes influencias para Gardel fueron Arturo De Navas, su gran referente, y el negro Gabino Ezeiza, a quien siempre consideró como el mejor cantor de Argentina.
Asimismo, Carlitos fue trabando amistad con todo tipo de gauchos, malevos, compadritos y personajes variopintos que luego poblarían las letras de sus tangos, verbigracia «El pardo Augusto», “El Cordobés”, “El Morocho Aldao», «El Noy»… entre otros.
Eduardo Morera en una entrevista televisiva decía: – “Los críticos y los tangueros hablan mucho de sus condiciones artísticas (de Gardel) pero poco es lo que dicen de su cualidad humana. Como tuve la suerte de tener un contacto personal con él durante mucho tiempo pude comprender y captar parte de su psicología. Carlitos no toleraba las características típicas del ambiente del cantor: la envidia, los celos y la competencia del medio en el cual se desenvolvía. Tales defectos no existían en él. Era tan grande su amplitud que llegó a grabar algunos temas de escasa calidad sólo para hacerle un favor a algún amigo letrista que “andaba en la mala”. Nunca fue un “estirado”” …
Corría el año 1911, Gardel adoptaba nuevos modismos, costumbres y paradigmas de vida, e incorporaba una jerga recién nacida que más tarde conoceríamos como lunfardo. Poco a poco, esta nueva cultura iba determinando una nueva identidad, diferente a la de los países de origen.
El encuentro, en busca de una identidad
Su encuentro con José Razzano una noche del año 1911 en la casa del pianista Gigena, en la calle Guardia Vieja, detrás del Mercado de Abasto, fue el hecho fundamental hacia su triunfo definitivo. Reunión que dio sus frutos años más tarde con el nacimiento del dúo Gardel-Razzano, cuyo auge comienza en el mes de diciembre de 1913 en el Armenonville. De allí al teatro y del teatro a las giras por todo el país.
En 1917, antes de presentarlo ante el público, Carlitos entonaba entre amigos y en familia, los versos del tango que decían “Percanta que me amuraste” –más tarde llamado definitivamente “Mi noche triste” y con anterioridad “Lita” (instrumental) –. Le tenía fe a los versos de Pascual Contursi que musicalizara Samuel Castriota. La nueva tecnología se estaba desarrollando, el disco permitiría que la gente pudiera tener a Gardel en su casa.
El 9 de abril de este 1917 inició su serie discográfica en Odeón y lo hizo grabando en los viejos estudios de Cangallo casi Callao, junto con su entonces inseparable compañero José Razzano. Conocidos como “Dúo Gardel-Razzano” se van imponiendo en giras por el interior del país. Argentina era tierra de oportunidades, Gardel lo sentía y sabía que estaba siendo parte de un cambio.
En una nota realizada en Madrid, el 1º de enero de 1929 Gardel decía:
El tango-canción es casi reciente. Es netamente porteño —es decir, de Buenos Aires— y ¿quién sino yo iba a ser el primero en cantarlo?…
—¿Tú el primero? ¿Qué edad tienes entonces?
—Yo, amigo… No soy tan joven… ¡Bah! Ni tan viejo tampoco… Tengo más de diez y no he llegado a los ochenta… ¡Qué esperanza!… Yo soy, sí, el creador del tango, de esa canción que apasiona a mi tierra y que aquí tanto gusta. Mi triunfo y mi popularidad hicieron salir miles de cantores nuevos. Pero «compadre». soy un punto alto de matar, y no me entrego «así nomás». ¡Qué diría mi viejita, mi madre, si le mataran «el punto» a «su Carlitos» ¡No, no! Es cuestión de amor propio ¿sabes? Primero yo, mientras pueda, y aunque ya no pudiese más, siempre me quedaría algo para cantarle a esa viejita que está allá, en Buenos Aires…
Fueron años de auge de esta especialidad. Las primeras grabaciones que salieron a la venta al año siguiente, marcando el nacimiento del tango canción, contribuyeron a la difusión del dúo.
En el año 1920, “El Dúo Gardel-Razzano” estaba en pleno apogeo, argentina convalidaba esta nueva cultura, el trabajo incansable rendía sus frutos, las giras al interior del país, imponian los “Discos Nacional Odeón”. La fama del Dúo iba en aumento, el tango se enseñoreó en la garganta de Gardel junto a las canciones criollas. EL dúo contribuía así a la consolidación de una naciente identidad en la nueva Argentina. Pero el Dúo necesitaba nuevos horizontes, sabían que la fama internacional la lograrían conquistando Europa, primero probarían suerte en España y posteriormente en Francia, la vidriera artística del mundo.
Gardel en Playa Malvin, Uruduay, entre el 5 y el 20 de enero de 1921. Foto izquierda: De pie a la derecha: el violinista y compositor Remo Bernasconi, centro: Gardel, a la izquierda: Ernesto Laurent; sentados en la arena: A la izquierda: Alfredo Deferrari. Foto derecha: De pie: Carlos Gardel, sentados en la arena a la izquierda Ernesto Laurent, a la derecha Remo Bernasconi.
Hasta ese momento, Gardel no había tenido la necesidad de un documento que le permitiera salir del país. Su irregular documentación le permitía viajar a países limítrofes, pero complicaba sus posibilidades de viajar al exterior. Al igual que hoy en día, antes de solicitar el pasaporte se requiere un Certificado de buena conducta jurídica, extendido por la policía y Gardel no lo obtendría; distintas circunstancias de la vida habían manchado con pequeños delitos su prontuario. Aprovechando recientes normativas para regularizar estados de indocumentación para uruguayos en el extranjero, Carlos Gardel se presentó ante el Consulado Uruguayo de Buenos Aires, para solicitar su Registro de Nacionalidad, pero el documento así obtenido certifica determinada identidad jurídica legal con el aval del testimonio del solicitante y dos testigos, sin que haya otros documentos oficiales que la respalden.
Un mes más tarde, el día 4 de noviembre de 1920 Gardel obtendría su primer documento argentino, la Cédula de Identidad, iniciando así el proceso de nacionalización y en 1923 obtendrá la ansiada nacionalidad argentina y el tan deseado pasaporte, que le permitiría acceder al mundo.
La fama alcanzada en el resto del mundo occidental avivaba contenidas emociones de inmigrantes y despertaba en los criollos el orgullo de pertenecer a esta insipiente comunidad. Sin haberlo buscado, Gardel era el catalizador, que unía a todos bajo una cultura en común. Este proceso no estuvo exento de dolor, porque ninguna empresa humana carece de él; así como resentimientos y hostilidades de unos frente a otros; expresada sobre todo por algunos sectores de la clase acomodada, cuestiones que fueron zanjadas luego del triunfo y éxito de Gardel en Europa, ya que estas clases privilegiaban la cultura que provenía de aquellas latitudes, menospreciando las locales.
Ya es un hombre de mundo, atrayente y popular. Su nombre está en las más importantes carteleras de París y “su” tango conquista a los franceses desde el “Florida”, de la Rue Clichy, de Montmartre; desde el Casino de Cannes o desde el famoso Music-Hall “Empire”, en el corazón del luminoso París.
Ya de vuelta en Argentina, en septiembre de 1929, lo entrevista Luis Alberto de Souza Reilly, en la casa de calle Jean Jaurés 735. Hablando de sus triunfos en París, Gardel comenta sobre su público: “Asisten muchos argentinos, casi todos los que viven o pasean en la ciudad Luz. Y los que no comprenden el castellano, saben lo que digo en un tango porque lo interpreto con mi sentimiento. Lo sienten porque saben adivinarlo a través de mi voz. Les comunico la emoción que un tango porteño tiene, porque también soy yo un poco de esa emoción del tango. Ha nacido dentro de mí y la echo afuera al primer bordoneo milongón de las guitarras. Y el público de París me ha llamado «rey», como aquí me lo dicen los muchachos de la ‘barra”.
La Argentina estaba en la vidriera de mundo, el tango, que ya hacía furor en Europa había llegado a la clase alta y Gardel era su ejecutor, ahora todo un país compartía orgullosamente su éxito, sintiendo que la nueva Argentina era internacional, una potencia con identidad propia.
Llegada a la pantalla grande
La tecnología estaba en su plena evolución, el cine que hasta hacía unos años era mudo pasaba a tener voz propia; nacía en New York el cine sonoro en el año 1928, llegaba la novedosa tecnología a Buenos Aires. Gardel, con mucha más experiencia, sobre todo internacional, veía una nueva oportunidad en el avance de la industria cinematográfica, luego de la mala experiencia de su participación en el film mudo “Flor de durazno” en 1917.
El 1º de octubre de 1930, Carlos Gardel junto a José Razzano y Francisco Canaro firmaron un convenio, constituyendo una sociedad denominada “Unión Argentina, Sociedad Difusora de Obras Musicales y Cinematográficas”. Días más tarde, Gardel estaba filmando lo que denominaron “films con Sketch” o “encuadres musicales”, algunos de ellos con un pequeño sketch, que en todos los casos mostraban, el orgullo de trabajar sobre nuestra identidad.
En «Rosas de otoño» el encuentro es con Francisco Canaro:
– Hola Carlos.
Gardel- Como siempre, hermano. Defendiendo nuestro idioma, nuestras costumbres y nuestras canciones con la ayuda del film sonoro argentino.
Canaro- Yo por mi parte te acompañaré con mi orquesta y haré lo imposible para que nuestras canciones sigan triunfando en el mundo entero.
En «El carretero», se puede ver una gloria de la guardia vieja, a De Nava en el único registro audiovisual que se le conoce:
– Tengo mucho que agradecerte. Que te hayas acordado de este pobre viejo y que hayas sacao este mancarroncito criollo que estaba enterrado en el potrero del olvido, para que estas nuevas generaciones se den cuenta lo que es el olor a pasto y a fogón, hermano.
– De Nava, yo no hecho más que interpretar en lo posible tu canción y (mirando a cámara) que el público juzgue.
Estos encuadres musicales le servirían como promoción de sus canciones. El buscaba ingresar a escena por la puerta grande; sabía que el cine podía proyectar su imagen y su voz a todos los rincones del planeta, guardó esas cintas en las maletas y se marchó nuevamente a Europa. Allí movería todos los hilos que fueran necesarios hasta hacerse un lugar en el podio de la cinematografía universal. Sus encuadres musicales se estrenarían recién al año siguiente como complemento de la película «Luces de la ciudad» de Charles Chaplin. La experiencia resultó un gran suceso y esos diez cortos siguen siendo casi tan disfrutables como aquella primera vez.
El cine europeo lo incorpora a sus filas, sus películas son un éxito sin precedentes de taquilla. La gente exige que se repitan las secciones donde canta hasta dos y tres veces. Adorado, lo consideran como el sucesor de Rodolfo Valentino en la imagen y como el cantor que les pertenece a todos por igual. ¡La gloria se acerca!…
En 1934, decide probar suerte en Estados Unidos y se asocia a Alfredo Le Pera para que le escriba los guiones y las letras de las canciones. Crean la sociedad “Éxito producciones” vinculada a la Paramount, que, aunque aún no les da la suficiente libertad creativa, les brinda mayor presupuesto y mejores actores que en París. Junto a la bella Mona Maris, protagoniza “Cuesta abajo”, en donde estrena tangos y canciones memorables, ya despojadas de todo rastro de lunfardo o color localista.
El siguiente emprendimiento es una comedia titulada “El tango en Broadway”. Luego participa con dos números musicales dentro del film “Cazadores de estrellas” para en 1935 realizar “Tango bar” y su mejor película: “El día que me quieras”, la cual se estrena en forma póstuma. Las apariciones de Gardel en el cine dan forma definitiva al prototipo del argentino triunfador. Afirmando su argentinidad, crea el modelo en el que nuevas generaciones de argentinos se inspiraran.
El 17 de marzo de 1933 Luis Rubistein concluiría, que Gardel “Hizo más patria con su garganta que muchos embajadores sabiondos” este era el sentir de todo un pueblo, orgulloso de quien les dio identidad de Nación.
El accidente, el nacimiento del mito
Cuando Gardel muere en el accidente aéreo, el 24 de junio de 35, durante su gira caribeña, el ocultamiento, por parte del gobierno de Colombia, de las verdaderas causas del suceso, fortalecen su fama y la perdurabilidad de su memoria, dando lugar al nacimiento del mito y a la inmortalidad que el cine se ocupó de instalar en todos los rincones del planeta.
Llorado también por aquellos que lo aplaudían emocionados, Carlos Gardel sigue siendo tal y como era el mismo día en que pereció en ese infierno. Al margen de las víctimas directas del accidente, millones de personas sintieron en la cruel muerte de Gardel, su propia muerte, viendo cercenando su promisorio futuro, habiendo encarnizado en el ídolo, su propio éxito y su propia muerte.
Carlos Gardel estableció la base de la identidad nacional. Fue el catalizador que unió al inmigrante con esta nueva tierra, fue el símbolo del éxito, siendo parte activa de nuestra vida en forma consciente e inconsciente. Como consecuencia de su muerte trágica nace el mito. Su corta carrera deviene leyenda a través de la construcción de su imagen como fuera de este mundo, sumado al sentimiento de identidad y orgullo de las clases populares de donde surgió, para ser más tarde también reconocido por las clases más altas. Naciendo el nuevo paradigma de que cualquiera podía ser considerado Gardel si resultaba ser el mejor en lo suyo. Con la frase “Sos Gardel”, la expresión “Soy Gardel”, el cantor pasó a ocupar el espacio del héroe que todos idolatramos y que nos permite encontrar el punto de apoyo para sentirnos parte de una sociedad, para la mayoría de los habitantes de la nueva Buenos Aires, como ícono de la argentinidad.
Trascender es parte inherente de la existencia del ser humano. En primera instancia para explicar o dar sentido a lo inexplicable, llenando el vacío del desconocimiento, basados en la necesidad fisiológica que tiene cualquier ser humano en cerrar un hecho o explicar un acontecimiento para dar sentido a su existencia. Y en segunda instancia la búsqueda de cada persona a su identidad, siendo esta una de la premisa más importante de la vida, para continuar su especie o descendencia. Parte de esta segunda, contiene el sentimiento de pertenencia a una especie o sociedad, que pueda y sepa transmitir los rasgos inherentes a la misma a la siguiente generación. Gardel no solo encontró, sino que la compartió. Hoy a 100 años de aquel primer documento argentino, que le otorgó a Gardel su lugar, como Porteño y argentino. Confirmando que todos nosotros poseemos algo de Gardel, la esencia que nos define ante el mundo como integrantes de una misma sociedad y que el mundo conoce como argentinos
Walter Santoro Fundación Internacional Carlos Gardel