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El viaje de los restos de Carlos Gardel

SUCESO GARDELIANO N°39 - 25/06/2021

Esta historia nunca mejor contada que por quien fue el protagonista de los hechos Armando Defino, para esta nota rescatamos las historias publicadas en el libro “Carlos Gardel la verdad de una vida” hemos realizado una versión resumida de los acontecimientos vividos por Armando, sobre la travesía del traslado de Carlos a su Buenos Aires querido.

Buenos aires 24 de junio de 1935

El 24 de junio de 1935 recibí un llamado telefónico de Julio Korn, director de la revista La canción moderna; me proponía un interesante contrato para la actuación de Carlos Gardel. horas mas tardes, recibí noticias confusas de un accidente aéreo ocurrido en el avión en que viajaba Carlos con su elenco; Carlos había resultado herido, aunque al parecer no de gravedad. Llamé a mi casa y mi señora me dijo —Carlos ha tenida un grave accidente, ¡vení en seguida!, fui a mi casa, y allí por la radio supe la triste verdad: Carlos había muerto instantáneamente. No solamente las radios, sino también todos los periódicos y revistas, sin excepciones, se hicieron eco de la terrible verdad. Amigos, reporteros, y personas de todas las categorías acudieron en incesante desfile a mi domicilio para requerir más noticias, que yo no tenía, manifestando todos ellos el gran pesar ante la triste noticia de lo sucedido a Carlos.

Al día siguiente recibí la última carta de Carlos, precedentemente transcrita.

Inmediatamente traté de establecer contacto con doña Berta, quien estaba en Toulouse. Obtenida la comunicación telefónica, traté de darle ánimo y la consulté sobre dos puntos: Primero, si quería quedarse en Francia, o ir a Estados Unidos o a Colombia o si prefería venir a Buenos Aires. Segundo, respecto a la repatriación de los restos mortales, pues se lo disputaban desde Nueva York, Uruguay y Argentina.

Sobre todas la consulta que me hicieron la respuesta fue “lo decidiría su madre”, que era la única que podía tomar esa decisión. De la conversación con doña Berta surgieron sus terminantes decisiones: Primero, la de venir a Buenos Aires. Segundo, que los restos de Carlos descansasen en Buenos Aires. Doña Berta me envió telegrama fechado en Toulouse el 29 de junio, que figura en el Apéndice Documental.

COMISION DE HOMENAJE

En buenos aires los amigos de Gardel crearían una comisión homenaje que se encargara de realizar todos los trámites pertinentes para el arribo de los restos. Organizar el funeral, asi como la recaudación de fondos para la  construcción de un mausoleo.  Creada el 29 de junio de 1935, en la sede de la Asociación Argentina de Artistas de Radio y Varietés, quedó constituida una Comisión de Homenaje a Carlos Gardel y sus malogrados colaboradores, labrándose la siguiente acta: «En la reunión llevada a cabo en la Asociación Argentina de Artistas de Radio y Varietés, hoy 29 de junio de 1935, quedó constituida la única Comisión pro-homenaje a Carlos Gardel y sus malogrados colaboradores: «Presidente: Sr. Francisco J. Lomuto. «Vice 19: Sr. Luis Rodríguez Acasuso. «Vice 29: Dr. León Elkin. «Secretarios: Mario Bénard, Charlo, José Razzano.

El 2 de julio de 1935, cumpliendo el deseo de doña Berta me embarqué en el Massilia y llegué a Bordeaux el 18 del mismo. De allí me trasladé a Toulouse, donde hube de encontrarme con otra triste noticia. Jean Gardes, hermano de doña Berta y por consiguiente tío carnal de Carlos, al recibir noticias de la muerte de éste, fue al centro de Toulouse para conocer los detalles, y sufrió en la calle un síncope cardíaco que a los pocos días provocó su deceso. Con la desolación consiguiente abracé a doña Berta, quien me manifestó su deseo de emprender inmediatamente el regreso a Buenos Aires. Para ello nos trasladamos de Toulouse a Marsella y tomamos pasajes en el vapor Campana que partía el día 23 de julio. En Río de Janeiro nos esperaba Adela y llegamos el 10 de agosto a Montevideo. Al día siguiente, estábamos en Buenos Aires.

Armando Defino: zarpé de Buenos Aires el 14 de setiembre de 1935, en el vapor Norther Prince. A nuestra llegada a Nueva York me puse en contacto con un abogado y amigo de Carlos, doctor E. Sperry, quien con la ayuda de otro amigo común me solucionó el problema de la liquidación de la sucesión de Norteamérica.

 
Certificado de defunción en Medellín y exhumación, diciembre de 1935.

El viaje de los restos

Armando De Fino, apoderado de Carlos Gardel, llegaba a las 5:25 de la tarde del día martes 18 diciembre de 1935 al Cementerio de San Pedro de Medellín para asistir a la ceremonia de exhumación del cadáver del cantante. Lo acompañaban además de los funcionarios de rigor, el sacerdote Germán Posada, el señor Alfonso Restrepo representante de la compañía aérea Scadta,  la esposa de De Fino, un grupo de periodistas de diferentes medios de información y algunos admiradores del cantante.  

Exhumación en Medellín de los restos de Carlos Gardel, diciembre de 1935.

En el diario EL TIEMPO de diciembre 20, su corresponsal escribía, en nota fechada el día 

« En medio del más conmovedor silencio fue rota la losa y sacado el ataúd. Una bellísima y nutrida ofrenda floral fue colocada encima de la caja funeraria por las damas que asistieron al acto. Los fotógrafos tomaron algunos apuntes y en seguida se iniciaron los trabajos para el arreglo del ataúd. Es bien sabido que el cadáver del artista no pudo ser embalsamado en virtud del estado en que se encontraba. Su cuerpo fue depositado en una caja de zinc y luego ésta fue puesta dentro de un ataúd de madera. Ahora, este ataúd será embalado dentro de una caja de zinc la cual será también puesta dentro de un resistente cajón de madera convenientemente ajustado.

   Todos estos trabajos se terminaron a eso de las 3 de la madrugada. En seguida, el cadáver fue conducido a la estación del ferrocarril del Cauca, de donde fue despachado hoy en el primer tren con dirección a Arquía, de donde será llevado en mulas una parte, y luego por carretera hasta la primera estación del ferrocarril del Pacifico con destino a Buenaventura. Cuando llegue el cadáver a este puerto, el señor Armando Delfino y su esposa saldrán por la vía aérea para embarcarse con los restos de Gardel en un navío de la Grace Line hasta Valparaíso, de ahí por el ferrocarril transandino hasta la ciudad de Buenos Aires. »

  Sin embargo, la ruta planeada que seguiría el féretro de Gardel y se calculaba que duraría un mes hasta Buenos Aires, cambiaría para dilatarse hasta los primeros días de febrero de 1936. 

El féretro junto con las 20 maletas y baúles con equipaje de Gardel fueron llevados muy temprano a la estación del ferrocarril, desde donde partió en tren, pasando por Amagá, para llegar a La Pintada. Allí fueron trasbordados a una pequeña y rústica buseta, conocidas entonces como berlinas, para ser transportado hasta Valparaíso.

En Valparaíso el féretro con el resto de equipaje fueron cargados a lomo de mula y caballos, a fin de emprender la difícil subida al cerro de Caramanta. De allí continuaron a Marmato y Suplía. 

Luis Gómez del Expreso Ribón encargado del transporte de los restos, daba su testimonio al periódico EL COLOMBIANO, del sábado 21 de diciembre:

« Las autoridades civiles y la sociedad de esta simpática población, me solicitaron hacer una escala en Supía, con el fin de rendir un homenaje a los restos del tanguista Carlos Gardel, los cuales llevo hacia Buenos Aires.

…los habitantes de la ciudad desfilan en gruesos grupos ante los despojos del ‘Rey del Tango.»

De Suplía hasta la ciudad de Pereira se continuó el trayecto en berlina. De Pereira se realizó el transbordo al tren que llevaría los restos al Puerto de Buenaventura, a donde llegaría el 29 de diciembre de 1935. Este trayecto de Medellín a Buenaventura, que se podría haber realizado en menos de dos horas en avión, se había prolongado por 11 días.

El día 26 de diciembre de 1935 aparecía en la prensa el registro de la partida desde Medellín, con destino Cali, de Armando De Fino y su esposa, el día anterior:

« ..A última hora, el señor Defino ha decidido hacer su viaje por la vía de New York, pues parece que será esta la más fácil para el transporte de los restos del tanguista. »

En el Puerto colombiano de Buenaventura, el cuerpo de Carlos Gardel con su equipaje fue embarcado en el vapor Santa Mónica para ser llevado hasta Panamá. Allí se trasbordó al Santa Rita para cruzar el Canal de Panamá y seguir hasta New York, a donde llegó el 7 de enero de 1936.

En New York fue velado por más de una semana en una casa funeraria, para luego ser embarcado el 17 de enero en el vapor Panamerican hacia Buenos Aires, donde llegaría el 5 de febrero, luego de realizar escalas en Rio de Janeiro y Montevideo.

 

El 31 de enero de 1936, llegarnos a Rio de Janeiro, donde el pueblo hizo demostraciones de sincero dolor.

Nos recibieron comisiones populares de periodistas y asociaciones, con ofrendas florales, rindiéndosele un postrer homenaje a Carlos. Pocos días después llegamos al puerto de Montevideo y allí, por gestiones de nuestros amigos uruguayos, hubimos de solicitar y obtener de las autoridades del vapor que consintieran en permitir el desembarco transitorio del ataúd, para cine el pueblo uruguayo rindiera también su último homenaje al pájaro caído. Efectivamente, proveídas las diligencias pertinentes, Carlitos fue velado durante toda la noche en dependencias de la aduana, desfilando continuamente el pueblo hermano.

Llegada a Buenos Aires

 

El 5 de febrero de 1936 llegaron los restos de Gardel a Buenos Aires, el comisario y yo estábamos juntos, por casualidad, recostados en la misma barandilla, uno al lado del otro, observando las maniobras del piloto remolcador para acercarnos al muelle. Los que presenciaron el arribo del barco, recordarán que una multitud impresionante extendida por cuadras incontables, cubría todos los sitios cercanos al muelle, esperando la llegada y entrega al pueblo de su ídolo. El comisario se mostró sumamente extrañado y comentó conmigo cuál sería la razón de que se hubiera reunido tanta gente. Yo, saboreando la «vendetta», que no había buscado ni deseado, le contesté: —»Mi amigo: Eso que usted ve, esa multitud, es el pueblo, el pueblo de Buenos Aires, el pueblo de Carlitos, que viene a rendirle su póstumo homenaje, ése es el pueblo de que le he hablado tanto, esa multitud es, la que hubiera incendiado a usted el barco en esta hora, si hubiera comprobado en qué condiciones llegaban los restos mortales de nuestro gran Carlos Gardel, si usted no hubiera solucionado mi pedido en la forma que lo hizo.»

Nos miramos, sin animosidad, sin encono, sin rencores; en nuestra mutua mirada comprendimos, tal vez, todo lo que representa una vida y todo lo que vale una muerte, cuando esa vida ha sido justificada por la existencia. Nos dimos un fuerte apretón de manos y nos deseamos buena suerte. 

Llegada de los restos de Carlos Gardel a Buenos Aires, febrero de 1936.

Cerca de 40.000 mil personas esperaban en el puerto desde muy temprano la llegada del Pan América. Toda la zona se pobló de mujeres y hombres que querían despedir a su ídolo. Trepados en los techos de los vagones de tren o en los árboles, todos trataban de tener una mejor visión del gran acontecimiento. El féretro fue desembarcado enganchado en el brazo de una grúa y trasladado a una sala del puerto, en donde fue desembalado y entregado a la Comisión de Homenaje. Dificultosamente pudieron acercarlo a la carroza fúnebre que lo trasladaría hasta el Luna Park, en donde sería velado durante toda la noche. Como era de esperar, decenas de admiradores intentaron acercarse y tuvo que intervenir la Prefectura para mantener la calma. Finalmente, a las 12.45 hs., el ataúd pudo ser colocado en la carroza. Cien hombres de la policía montada acompañaron la carroza para protegerla de una marea humana que se afanaba por acercarse, para tocar el cajón de Gardel. El oficinista se mezclaba con el obrero y el artista con los trabajadores de las fábricas; todas las clases sociales se dieron cita en el lugar con igual propósito.

 

A las 13 hs. el cortejo fúnebre avanzó hacia el Luna Park, mientras era homenajeado por los miles de mujeres, hombres y niños que se encontraban en las verdeas, los balcones y las terrazas.

Una vez llegado al Luna Park, el féretro se colocó en el sector del ring, junto a un gran crucifijo de plata, iluminado con una gran lámpara cubierta de crespón y blandones encendidos. Las decenas de coronas se colocaron a ambos lado del féretro, en una especie de camino por donde comenzaron a desfilar las miles de personas que se acercaban a darle el último adiós a Carlitos.

Las escenas de dolor se fueron repitiendo toda la tarde: mujeres que lloraban, acercaban una flor, o besaban el cajón. 

Despedida en el Luna Park, 1936.

Al llegar la noche, alrededor de las 21 hs., creció exponencialmente la cantidad de gente, que llegaba en subte, tranvía, colectivo y autos particulares, para participar de la conmemoración.

Más tarde se inició formalmente el homenaje de la Comisión. La serie de discursos fue iniciada por don Enrique García Velloso, tomando la palabra posteriormente Segundo Pomar, Paco Busto y Roberto Zerrillo. Claudio Martínez Payva, en nombre de la Comisión pro-homenaje, dijo: «que la muerte del cantor quedaría en custodia en el mausoleo inmenso de nuestro pueblo», y agregó que para expresar la emoción que embargaba a todos se necesitaría la voz de Evaristo Carriego, cuya poesía evocó: «No hemos perdido un cantor, sino a la canción misma…». Una carta de la actriz Rosita Moreno fue leída por la cantante Azucena Maizani y las orquestas de Francisco Canaro y Roberto Firpo —junto a músicos de otras agrupaciones— interpretaron dos veces el tango «Silencio» de Gardel, Petorossi y Le Pera, cantado por Roberto Maida.

Cuenta Francisco Canaro en “Mis Memorias” que los restos de Gardel se depositaron en un nuevo ataúd y que percibió, al ver el cuerpo del cantor, que entre su rostro quemado quedaba al descubierto “la blancura de su hermosa dentadura, que hizo clásica la cautivadora sonrisa con que siempre agradecía a los públicos sus entusiastas aplausos”.

El día siguiente, 6 de febrero, a las 10 de la mañana, comenzó el lento viaje de la carroza fúnebre con los restos de Gardel desde el Luna Park hacia el Cementerio del Oeste (actualmente Cementerio de la Chacarita).

Cortejo fúnebre desde el Luna Park por avenida corrientes al Cementerio de la Chacarita.

Mientras el cortejo avanzaba por la calle Corrientes, la devoción popular por Gardel se pudo comprobar por la enorme cantidad de personas que se dieron cita para ver pasar por última vez al ídolo. Las veredas estaban repletas a ambos lados. Era una multitud formada por personas de todas las edades y posiciones sociales. El pueblo se unió en la devoción, en el abrazo simbólico y en más de una ocasión, durante la marcha, tuvieron que intervenir los agentes de seguridad ante multitudes de personas que querían apoderarse del féretro y llevarlo a mano hasta el cementerio. Como puede verse en la filmación realizada por Eduardo Morera, a medida que iba avanzando por Corrientes se sucedían lluvias de flores arrojadas desde los balcones de los edificios y cada tanto el silencio se interrumpía por el canto del Himno Nacional o alguna de las canciones de Gardel, cantadas por todo el público con verdadero entusiasmo.

Al llegar a la zona del Abasto, el barrio donde comenzó a cantar Gardel, se produjeron escenas de hondo sentimiento.

Cerca de Triunvirato y Malabia, un grupo de jóvenes, cantando canciones de Gardel, desengancharon la carroza en un intento por seguir llevándola a mano. La policía tuvo que actuar nuevamente para  disuadirlos, reenganchar los caballos y retomar la marcha. Una multitud de gente esperaba los restos de Gardel en el cementerio en el momento que llegó la carroza acompañada a su vez por varias cuadras de personas que la seguían. Solo unos pocos pudieron estar cerca del último homenaje, ya que la multitud desbordaba el cementerio y fue imposible acercarse al Panteón de Artistas, donde fue sepultado el féretro de Gardel.

Cementerio de la Chacarita febrero de 1936.

El 6 de noviembre de 1937, tras la finalización de la construcción del mausoleo, un año y medio después de la llegada de los restos, Gardel fue trasladado a su Mausoleo, construido en dos parcelas que la Comisión tramito en la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires en el mismo Cementerio de la Chacarita. 

Armando defino contaba: La última vez que utilicé este micrófono, lo hice para expresar el anhelo de que eI mausoleo para Carlos fuese una realidad muy pronto. El ansiado momento está en su víspera. Mañana nos reuniremos sus amigos, que lo son todos ustedes y nosotros, para inaugurar esa expresión sentimental del pueblo para con su artista querido. Deseo destacar que ello ha sido posible, en gran parte, merced al desinterés y al talento de otro gran artista: el escultor Manuel De Llano, cuya obra, llena de vida y de emoción, podrán apreciar Uds mismos mañana. También estoy obligado a una palabra de reconocimiento para con la Comisión Oficial de Homenaje, a la que he sumado mi más modesto esfuerzo, con este reconfortante resultado que hoy les anuncio.

«Como amigo incondicional de Carlos Gardel, como admirador de su arte magnífico, y como argentino, los invito en nombre de la anciana madre del cantor, a acompañarnos mañana a las once de la mañana, en el Cementerio de la Chacarita. Buenas noches.»

Desde esa fecha y hasta la actualidad, allí descansan los restos del popular cantor junto a los de su madre.

Walter Santoro

Del libro de Armando defino, Carlos Gardel la verdad de una vida