SUCESO GARDELIANO N°44 - 24/06/2022
Nicola Giancola custodió durante más de sesenta años el mausoleo del Zorzal en Chacarita. Recientemente fallecido, la historia del inmigrante italiano a cargo del “Bronce que sonríe”
Nicola había escuchado varios años antes en Italia, en el bar del pueblo donde vivía, los comentarios de un compatriota, Antonio, quien había vivido durante dieciocho años en Argentina. Y contaba que en Buenos Aires existió un cantor que fue tanto o más grande que Beniaino Gigli, Tito Schipa y Enrico Caruso. Historia que él y sus amigos nunca habían creído. Hasta que un día Antonio hizo escuchar algunos discos del Mudo. Eran unos muchachitos, ni siquiera adolescentes, quienes, con la cabeza, con el gesto casi en forma insolente, y aprobatorio, subían y bajaban la cabeza, ni bien escucharon la voz del Zorzal, admitiendo así que podía ser tanto o más grande que Gigli, Schipa y Caruso. Las vueltas de la vida depositarían a Nicola Giancola en Buenos Aires y durante más de 60 años sería el amoroso cuidador del mausoleo en la Chacarita dedicado al cantor que deslumbró al mundo, Carlos Gardel.
Al llegar Nicola a Argentina, en el año 49, con 19 años, comenzó trabajando con su tío, tratando de organizarse para lograr traer a su familia. Fue mozo en la Vieja Cervecería Munich de la Costanera Sur, y luego, motorman de tranvía. En el 1963 entra como “peonacho” en el cementerio de la Chacarita, y poco tiempo después le toco cuidar el retablo donde se encontraba la cripta, del «Bronce que sonríe» que marca el lugar donde descansan los restos de Carlos Gardel. ¿Habrá sabido ese pibito de ocho años cuando escuchaba a su tío en Italia que una guerra, un océano y veinte años después iba a llegar a las puertas del mausoleo de Carlos Gardel, para cuidar su sueño eterno y su canto, que como les contaba a sus nietos “cada día sonaba mejor entre los pájaros y los árboles de la Chacarita”? ¡Claro que 20 años no es nada!
El Nonno, como lo llamaban los nietos, había llegado a Argentina catorce años después de la muerte de Gardel. Y rápidamente aprendió las historias gardelianas que compartiría con los visitantes, hijos y nietos. Uno de ellos, Darío, relata que siempre el Nonno contaba con mucho orgullo historias no solo de las vividas en el mausoleo, sino de Carlitos Gardel. La vida de Carlitos caló profundo en él gracias a su Nonno. Siempre estaba sonando un disco en la casa de Nicola; toda su infancia la pasó con esas historias que su abuelo siempre relataba con sorpresa a la gran cantidad de gente de toda clase, y de todas las edades, que desfilaban diariamente por el mausoleo de Carlitos. Mencionaba que en todo momento se acercaba gente a agradecer o a pedirle milagros a Carlitos, no importaba el clima, siempre había ofrendas y gente devota de los milagros de Carlitos.
También algún que otro trago amargo, como el robo de una placa del Club Barcelona en los 70, “un choreo imperdonable”, diría Nicola, pero la mayoría eran muestras de agradecimiento y cariño. Historias así miles. Cuando querían encontrar al Nonno ya sabían dónde estaba. Iban al cementerio, preguntaban por Gardel y llegaban al Nonno, o viceversa, preguntaban por el Nonno y llegaban a Gardel. El Morocho y el Tano.
El amor y la admiración al cantor hicieron que trabajara hasta los 89 años en el Cementerio. Que se tomara el tren todas las mañanas en Villa Bosch para bajar en la estación Lacroze y cruzar al cementerio a cuidar, a quien supo llamar su amigo, gomía.
Afirma el nieto Darío, “nuestro Nonno nos compartió el amor que sentía por Carlos Gardel. Es hasta el día de hoy que sentimos la presencia de el Zorzal en toda la casa y como un miembro más de nuestra familia. Quién sabe. ¡Quizás en este último boleto de tren que saco el Nonno el sábado 14 de mayo de 2022 cuando llego lo esperaba su amigo, Carlitos Gardel, para abrazarlo y decirle con sonrisa gardeliana… “¡Gracias Nicolita, te pasaste Tano, que bien me cuidaste el sueño!!!!. Siempre con el enorme orgullo que sentía al cuidar a Carlitos, inflaba el pecho, le brillaban los ojos y se le llenaban de lágrimas cuando contaba que él cuidaba la tumba que en la estrecha cámara que se encuentra al final de la escalerilla, estaban los dos féretros: el del Zorzal arriba —cubierto por un poncho de la Agrupación Tradicionalista Leales y Pampeanos de la que era socio— y abajo el de la madre Bertha”.
Nicola Giancola junto a los féretros de Carlos Gardel y su madre Bertha Gardes.
Don Nicola le contaba a los visitantes que las parcelas donde se construyó el mausoleo habían sido donadas a perpetuidad por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. Y que el sepulcro y los monumentos fueron iniciados por la comisión homenaje pro mausoleo, que se había creado tras la muerte de Gardel. La falta de donaciones hizo que los fondos faltantes los aportara su madre Doña Bertha, quien se sumó ocho años después tras su muerte, el 7 de julio de 1943.
Nicola recordaba que la persona más asidua concurrente a la cripta fue doña Adela, la viuda de Armando Defino, albacea, amigo y heredero de Carlitos, quien le contó historias de vida junto a Gardel cada vez que se cruzaban en la bóveda, sobre el gran tipo que era, el buen humor que siempre tenía, de cuánto le importaban los amigos y la gente en general.
Acotó Nicolás Giancola en una nota que dio al diario Clarín en el año 81, «Ahora no se sabe a quién le va a quedar esto pero en cierto modo eso no tiene importancia. El mausoleo es de todos, de los que se desvanecen por la emoción, de quienes llegan aquí pidiéndole a don Carlos que les resuelva algún problema, de los veteranos que lo oyeron cantar en algún cine de barrio, de los pibes jóvenes que nacieron muchos años después de su muerte y lo admiran sin límites», dijo.
La recuperación del Mausoleo comenzó como consecuencia de una visita al mismo que hiciera la investigadora gardeliana Martina Iñiguez en setiembre de 2015. Nicola le confesó entonces su tristeza porque dos años atrás le habían quitado las llaves y el cuidado del sepulcro. Informado del hecho, tras varias charlas infructuosas con los directivos de la Chacarita comencé, junto a los herederos de Carlos Gardel, a tramitar los arreglos de la cripta. Después de varios años de gestiones en dirección del cementerio, sus herederos pudieron recobrar el Mausoleo y a solicitud de ellos fue creada la Fundación que se iba a hacer cargo no sólo del mausoleo y su mantenimiento, sino de toda la obra gardeliana, velando por el futuro. En el último encuentro con don Nicola, a fines del 2017 lo informé sobre la creación de la fundación y su cometido. Con los ojos brillantes, emocionado, me agradeció por la noticia.
Su motivación, como la de varios otros Gardelianos hicieron posible que hoy exista su fundación, creo que este logo fue la coronación del trabajo de toda una vida.
Don Nicola, centinela del «Bronce que sonríe» agregaba en la nota mencionada, «Este es el punto final de muchas peregrinaciones internacionales. Viene gente de toda América, vienen europeos, vienen japoneses. Todo el mundo quiere bajar hasta la bóveda, pero eso —en realidad— se le permite a muy poca gente. Por eso entro a limpiar dos veces por semana, a la mañana muy temprano y después, ya no me encuentran”, aseveraba.
Nicola Giancola, diciembre de 2019.
Aquella mañana de mayo pasado, allá en el cielo, como imagina la familia Giancola y todos los que somos gardelianos, a quien Nicola también nos cuidó, entre las nubes, Carlitos posta sonrío y recibió a un gomía muy querido. Buen viaje Nonno querido!!!!!!
Nicola Giancola 20/7/1930 – 14/05/2022
Walter Santoro Fund. Inter. Carlos Gardel