SUCESO GARDELIANO N°46 - 07/12/2022
Gardel alguna vez reconoció a la Gaceta Deportiva de Barcelona que el fútbol nunca le había interesado… hasta que vio jugar al Barcelona en una final de liga en la que los jugadores dejaron el alma. A partir de entonces comprendió la esencia de este deporte, dejó de verlo solo como un juego… le llegó al corazón y, por tanto, llegó hasta su arte, transformando al Zorzal en un futbolero y esa pasión quedó plasmada en diversas anécdotas y en inolvidables tangazos gardelianos.
Todo empezó como un juego…
Carlos Gardel sintió siempre gran pasión por las carreras de caballos, y así lo dejó plasmado en la temática de muchas de sus canciones más famosas: “Por una cabeza”, “Leguisamo solo”, “Palermo” … asimismo, le atraía el boxeo. Tiene su lógica, ya que esos eran los dos deportes rioplatenses más populares, a comienzos del siglo pasado.
Antes de que existiera la radio y la televisión, el fútbol era apenas una atracción para entendidos. Sin embargo, poco a poco el fútbol iba ganando más adeptos. Se estaban forjando los primeros héroes del balón y los primeros hinchas. En los clubes de barrio todo se hacía a pulmón, con el entusiasmo de los vecinos.
Carlitos vivía en la zona del Abasto y como todo adolescente toda vez que podía jugada al fútbol con los amigos. Incluso hasta formó parte del club barrial, El Porvenir Del Plata, de efímera existencia, donde participó como “insider” –lateral– derecho. A medida que crecía, se olvidó un poco de aquel entretenimiento de “purretes”. Se fue abocando de lleno a su principal pasión: la música, con la idea de ser un buen cantor algún día…
Y ese día llegó. Ya era un cantor famoso y elogiado. A mediados de la década del ’20, solía ensayar en la casa de su guitarrista Guillermo Barbieri que vivía cerca de la cancha de Huracán, y por allí pasaban los jugadores del club para oírle cantar, de modo que cada tanto era invitado a ver algún partido. Así, se despertó otra vez su interés por este deporte, y comenzó a tener amistad con muchos jugadores profesionales, en los barrios que solía frecuentar: La Boca (Boca, River), Avellaneda (Racing, Independiente), Almagro (San Lorenzo) …
Durante su carrera profesional, Gardel fue participando en infinitos recitales solidarios. Siempre estuvo primero cuando se requería colaboración si la causa era noble. El fútbol estuvo entre esas nobles causas, por ejemplo, cuando actuó junto a Razzano en Montevideo, con la compañía Rivera-De Rosas, el 26 de octubre de 1923, en un evento que tenía como objetivo recaudar fondos para comprar un inmueble en la calle Durazno 1225, que se convertiría en la primera sede del club Atlético Peñarol.
El Mago… del balón
Su fama artística crecía, dándose a conocer con recitales organizados en España y Francia. Desde su primera visita española, en 1923, Gardel supo conformar una selecta «barra» de amigos con los que, a falta de redes sociales, mantenía contacto vía teléfono y cartas. La relación más sólida que cimentó fue con el famoso jugador Josep Samitier, y en casi similar medida con sus compañeros del Barcelona: Piera, Zamora y Platko.
Ese año Gardel confesó a la Gaceta Deportiva de Barcelona: «El fútbol no me interesaba. No comenzó a gustarme hasta que ví jugar al Barcelona en esta ciudad tan simpática y agradable. Por la sincera y leal amistad que me une a Samitier, seguí al Barcelona en su correría por varias ciudades durante el Campeonato de España que para mí fué un verdadero Vía crucis”.
Carlos presenció la final de la Copa del Rey de 1928 en Santander, contra la Real Sociedad, que consagraría al Barça primer campeón de la Liga Española. Quedó conmovido de la pasión puesta por los azulgranas en el campo. Y en especial por «el corazón» de Franz Platko, el gran arquero que fue el héroe del evento, que tras recibir un golpe en la cabeza se desmayó sin soltar la pelota que protegía con su cuerpo. Aún hoy corre la leyenda que fue Carlitos en persona quien colocó los vendajes de Platko y lo alentó para que regresara a la cancha. Asimismo, juran los culés que el apodo con que se conoce a Samitier, «El Mago de Balón», se lo puso Gardel.
Izq.: Platko en el primer partido de la final con un corte muy profundo. Der.: Sametier, Platko y Gardel.
Los Olímpicos
En 1928 los Juegos Olímpicos se celebraban en Ámsterdam. Gardel en ese momento estaba en Barcelona. Acompañó a las delegaciones de Argentina y Uruguay hasta París, una noche estaba con los jugadores en una habitación del Hotel Moderne de París e interpretó por primera vez el tango «Dandy», Gardel tenía previsto ir con ellos a Holanda. Pero un compromiso urgente se lo impidió, prometiéndoles volver a verlos a su paso por Francia, con las medallas en el pecho.
Ambos equipos llegaron a la final, y se enfrentaron el domingo 10 de junio en Ámsterdam. Los charrúas, ganaron 2-1, en un encuentro disputado a pierna fuerte y dientes apretados. Comenzaba entonces a ambas márgenes del Río de la Plata la rivalidad futbolística que llegaría hasta la actualidad.
El encuentro entre las selecciones sudamericanas terminó empatado a 1. Por lo que debían jugar el desempate, el miércoles siguiente, día 13. Se impuso Uruguay por 2 a 1.
Ambos planteles regresaron a París y tal como les había prometido El Morocho les esperaba con una grandiosa fiesta en el cabaret El Garrón donde cantó tangos rioplatenses.
Foto con el anfitrión
Los equipos embarcaron a Sudamérica. Gardel se quedó en poco más. Samitier era representante de la línea de coches Graham-Paige, y le consiguió a su amigo uno de los últimos modelos a buen precio.
Por su parte, el cantor le obsequió un tango titulado «¡Sami!», que recuerda el paso de Samitier por tierras rioplatenses.
La visita del Barcelona sucedió en agosto de 1928, y es la primera gira internacional. Tuvo a Carlos Gardel como anfitrión oficial en ambos países. Incluso se publicó en la prensa que fue él mismo quien planificó la incursión que enfrentó a los azulgranas con la Selección Argentina (dos veces), Boca, Independiente, la Liga Rosarina, y en Montevideo a Peñarol y a Nacional. Gardel desmintió ese rumor.
Estuvo presente en mucho de los encuentros que se jugaron en Argentina, afianzando su simpatía por este deporte, aunque el Barcelona perdió en la mayoría de los partidos.
Hacia fines de agosto, los catalanes partieron con dirección a Montevideo, una vez más, Gardel los acompañó. Primero enfrentaron a Peñarol y perdieron.
El día 1 de septiembre se enfrentaron con Nacional en su cancha, que llevaba la siguiente formación: Mazzali; Buceta, Fernández; Andrade, Piriz, Vanzino; Urdinarán, Scarone, Petrone, Cea, Saldombide. Asisten 25.000 personas; el match comienza a las 15:50 hs con buen tiempo, algo ventoso, tras el tradicional intercambio de banderines entre los capitanes Scarone y Samitier. Un avión lanza el esférico desde el aire; lleva prendida la bandera española. Grandes aplausos. Sacan los catalanes contra el viento y enseguida Samitier se resiente de la misma pierna izquierda, cojea visiblemente y debe retirarse, sustituido por Arocha. Un minuto después Vancino hace de cabeza el primer gol charrúa. A los 35′ llega el segundo, tras un impresionante chut de Saldombide, que es detenido por Lloréns pero se le escapa el balón de las manos y Cea aprovecha para rematar. La segunda etapa es más equilibrada, pero en un golpe franco que tira Scarone envía la esférica a la red tras rebotar en la espalda de un defensa catalán, y sin que el arquero pudiera hacer nada. Terminan 3–0.
Al día siguiente Carlitos va a despedirlos y se fotografía con ellos en el Parque Central. Justo 85 años después se inauguró en el Parque Central (estadio del Club Nacional de Fútbol) una estatua a Carlos Gardel, ubicada en la tribuna José María Delgado, recuerda el momento, donde aparece en la misma postura y con la misma ropa con que fuera fotografiado aquel día, siendo esta una de las mejores fotos jamás tomada.
Gardel con sus amigos de F.C. Barcelona, Vincenç Piera (izq.) y Franz Platko (der.) tomada el 02 septiembre 1928, Gran Parque Central de Montevideo, Campo de deportes del Club Nacional de Football. Con motivo del Día del Patrimonio, se inauguró el 6 de octubre de 2013 en el Parque Central (estadio del Club Nacional de Fútbol) una estatua a Carlos Gardel, ubicada en la tribuna José María Delgado, donde aparece en la misma postura y con la misma ropa con que fuera fotografiado el 2 de septiembre de 1928.
Himno a la amistad
El transatlántico Reina Victoria Eugenia regresa a los deportistas a España.
Gardel y sus guitarristas permanecen en Uruguay hasta el día 5 y el 12 que parten rumbo a una nueva gira europea, llevando el Graham Piage comprado a Samitier en el viaje anterior, y también viaja con ellos el chófer personal.
Las consecuencias en el Club por la mala actuación del equipo en su gira americana se hicieron esperar bien poco. Samitier y Castillo fueron suspendidos por un año, al considerar que les faltó interés para vencer a los equipos rivales y por igual motivo destituyeron al entrenador, Romà Forns.
Samitier, Piera y Sastre, quedaron fuera de la convocatoria a la Selección Nacional (lo mismo Platko, por estar lesionado). El capitán de la roja, Ricardo Zamora, se opuso con firmeza.
Al enterarse el Morocho, la crítica situación por la que estaban pasando decide modificar la letra de «Patadura”, y grabar otra nueva versión en París, esta vez nombrando a sus amigos, y reafirmándolos como grandes talentos:
Querés jugar de forward y ser como lo es Piera,
pa’ hacer como hace Sastre, de media cancha un gol,
querer hacerle goles al colosal Zamora
y ser, como lo es Sami, el mago del balón.
Comprobamos así que la decisión de Gardel de lanzar un disco elogiando a Sami, y a sus compañeros del Barça, se produce en un mal momento personal y profesional del equipo, con lo cual se demuestra, una vez más, la «pasta» con la que estaba hecho el gran Maestro.
El Globito se agrandó
En Argentina, Huracán se declaró campeón 1928/1929. Muchos artistas del canto popular le rindieron su homenaje. El Morocho decide grabar “Largue a esa Mujica”, sin duda alentado por su guitarrista Barbieri, fanático de «El Globito», pero sabiendo además que se enfrentaba a un gran desafío interpretativo, debido al insólito criterio de la composición con palabras inventadas usando sólo los apellidos de los jugadores. ¡Una locura de la que solo el Zorzal podía salir invicto!
Invictos en Europa, Invictos en América
En 1930, Uruguay fue el país anfitrión del mundial de fútbol y debido a la crisis económica sólo acudieron cuatro equipos del Viejo Continente: Yugoslavia, Rumania, Bélgica y Francia, y nueve del continente americano.
Gardel quiso alentar a los jugadores de ambos equipos sudamericanos, pero, recordando cómo había terminado la fiesta que había organizado para ellos en París, tras los Juegos Olímpicos de 1928, con las sillas volando entre las mesas, esta vez pasó a visitarlos por separado.
El 11 de julio, una semana antes de que empezaran los partidos, llegó a la concentración de la Selección argentina en La Barra de Santa Lucía, en las afueras de Montevideo. Fue acompañado por sus tres guitarristas. Entre el repertorio tocaron «Patadura», que menciona los nombres de los jugadores argentinos: Seoane (de Independiente), Tarasca (de Boca Juniors), Ochoita (de Rácing Club) y Monti (de San Lorenzo de Almagro).
Los periodistas intentaron sonsacarle a Gardel qué selección ganaría el torneo. Con su corazón dividido, diplomáticamente dijo: “Queda en el Río de la Plata, opinó sin reservas. De eso no me cabe la menor duda”. Y agregó, para elaborar la respuesta con fundamentos: “Los argentinos vienen bien. A los uruguayos ya los conocemos. Cuando no ganan, empatan. Y si pierden, la diferencia es de media cabeza”. ¡Además de futbolero, burrero! ¡Leguisamo sólo, nomás!).
Gardel acertó en su análisis, tal como había ocurrido en los Juegos Olímpicos, otra vez el campeonato se decidía entre Argentina y Uruguay.
El día 28 de julio, dos días antes de la final, pasó a visitar a la concentración uruguaya, del mismo modo que había hecho con la de Argentina. Sin embargo, El Zorzal tenía el corazón dividido, así que evitó asistir al estadio Centenario de Montevideo, donde se habían reunido 93.000 personas para ser testigos del desenlace.
Izq.: Gardel cantando en la concentración de Argentina dos días antes de la final del mundial Orsi esta sentado a la derecha del Mudo, 1930. Der.: Gardel y dos de sus guitarristas, hacienda vibrar su música ante la selección uruguaya previo a la final contra Argentina en el Prado, lugar de concentración de la Selección Uruguaya de Fútbol en el Mundial de 1930.
Uruguay ganó y se declaró campeón, superando por 4 a 2 a Argentina.
“Esto es ser Campeón del Mundo sin jugar”, dijo Peregrin Anselmo, y acto seguido, Gestido agregó: “Carlitos es como los vinos”. “Se queda a cenar con nosotros?”, lo consultaron, y la respuesta era casi obvia. Gardel complacido contestó afirmativamente, y junto guitarristas, jugadores, entrenador, compartieron el resto de la velada. Desde los dormitorios, en dónde había cantado, fueron hasta el comedor.
Carlitos ordeno a sus guitarristas – “muchachos a desenfundar la viola”, y los futbolistas en un “gran silencio”. En la reseña se cuenta que Gardel cantó “Enfundá la Mandolina” y “Palomita Blanca”. De “yapa”, le pidieron que entonara “Cruz de Palo”. Al ocupar su auto, Gardel fue sostenidamente aplaudido. Minutos más tarde, los muchachos se acomodaban en sus “sobres blancos”. Era el epílogo de una jornada que ni ellos ni Gardel, olvidarían.
Fotografía tomada el 15 de julio de 1930, cuando “El Morocho” presenció el partido entre Argentina y Francia, por la rueda clasificatoria del mundial.
Pelota autografiada
La mayor parte del año siguiente Gardel estuvo en Francia, donde dio históricos recitales y filmó su primer largometraje sonoro, “Las luces de Buenos Aires”. Tras una breve estadía en el Río de la Plata dejó una serie de grabaciones y el 28 de octubre regresó a Francia, en solitario, sin sus guitarristas.
Alquiló un departamento en París. El 9 de diciembre se disputaba en Londres un partido amistoso entre las selecciones de Inglaterra y de España. Josep Samitier y Ricardo Zamora, le insistieron para que vaya al evento.
La llegada de Gardel a Londres revolucionó a los hispanos. Cantó los famosos tangos que homenajeaban al deporte hispano como “¡Sami!” (dedicado a Samitier) ó “Patadura”, en su segunda versión, en donde menciona a Piera, Sastre, Zamora, Samitier y Platko. Tampoco pudo faltar su último y sensacional éxito, “Tomo y obligo”.
Muchos habían anticipado que la derrota española era segura, pero pocos pensaron que la diferencia iba a ser tan abultada: 7 a 1. La aplastante derrota produjo gran decepción en los círculos hispanoamericanos de la gran urbe, pero pronto se ha reaccionado humorísticamente y se han tomado a broma ese “gran siete”.
El Morocho se llevó la esférica, autografiada por todos los jugadores, este balón se lo obsequio Gardel a su amigo Francisco Maschio. Hoy está en posesión de la Fundación Internacional Carlos Gardel.
El último gol…
La última canción de Gardel referida al fútbol se titula “Mi primer goal”, la grabó el 1º de septiembre de 1933, pocos meses antes de viajar a Europa, para nunca más regresar.
Gardel abandonó el Río de La Plata el 7 de noviembre de 1933. Tras cosechar un éxito mundial gracias a sus filmes en Estados Unidos, en 1935 emprende una gira por diferentes países de América. Mandó a llamar a sus guitarristas para que le acompañen en los conciertos. Barbieri llevaba en el estuche de su guitarra un banderín con las firmas de los jugadores de Huracán que le había regalado Gardel diez años atrás. Antes de subir al avión en Medellín, que los llevaría a la muerte, Barbieri había escrito la última carta dirigida a sus familiares en Buenos Aires; en ella se quejaba porque nadie le informaba el resultado del partido que Huracán había disputado contra Talleres.
Quizás pocas personas sepan que siendo Carlos Gardel socio honorario del Barcelona, cada vez que el Club va a jugar a Buenos Aires, asume siempre un compromiso ineludible: visitar su mausoleo en La Chacarita para dejar un ramo de flores azules y rojas en honor al gran amigo y primer anfitrión en esas tierras.
Parte de los planes futuros de Gardel, tras el exitoso año que había tenido en Estados Unidos y la gira que estaba teniendo, era regresar de Estados Unidos en septiembre de 1936, e instalarse a vivir en el chalet que estaba construyendo en Montevideo. Tanto había aumentado su interés por el balón que hubiese sido posible que sus próximas fuentes de inspiración, y de inversión, en vez de los hipódromos, que le traían tantos problemas económicos, fueran las canchas de fútbol. Sin embargo, el destino nos arrebató a ese Gardel siendo coreado desde las gradas. Hubiese sido un final épico.
Por Walter Santoro y Marcelo O. Martínez
Fundación Internacional Carlos Gardel.