SUCESO GARDELIANO N°22 - 09/08/2020
Para entender el éxito de Gardel en el tango, no es posible soslayar la importancia de la entrada en escena del Tango canción, con el tema inaugural “Mi noche triste”, estrenado en 1917, con una poética esencialmente ciudadana, que ya no trasmite vivencias de llanuras o burdeles, sino la de los habitante de la ciudad, tomando como eje central los dramas entre los hombres y las mujeres, historias que atravesaban las diferencias culturales de todos por igual, homogeneizando a la nueva sociedad.
La llegada de las primeras grandes oleadas inmigratorias se produce en coincidencia con el auge del orden conservador o generación de 1880, modelo de manejo del poder absolutamente oligárquico que cambió los ejes culturales sobre los que pivoteaba nuestra sociedad variando los arquetipos sociales radicalmente, derivados de la nueva cultura urbana.
Foto izquierda: Barco con inmigrantes llegando al Puerto de Buenos Aires. Foto derecha: conventillo de Bs.As., 1905.
Buenos Aires, 1920.
Buena parte de la élite local promovió el arte nacional, las tradiciones argentinas, el auge de los payadores, las danzas y los bailes autóctonos de las diferentes provincias, entre ellos el naciente tango. Durante esta época de los gobiernos liberales-conservadores se produjo la máxima prosperidad que conoció Argentina, siendo el país de más alta movilidad social en el mundo. Ejemplo de ello son los propios Gardel y Razzano, quiénes siendo extranjeros y de humildísima cuna, llegaron en poco tiempo a los más altos grados de popularidad y prestigio por sus méritos personales.
Los cambios originados con la inmigración, fueron multiplicados con tal fuerza y masividad, que inauguraron una dinámica social y un mestizaje con un vuelo que sólo el tango fue capaz de mostrar y expresar.
Fue forzosa la construcción apresurada de nuevas estructuras físicas y simbólicas. Pero el aspecto de la representación democrática no le es extraño, ya que el tango «comienza a hablar» a partir de 1898 e incorpora un nuevo estilo en 1917. En sus letras la tragedia, la melancolía y tristeza, comienzan a ser exteriorizadas un año después de instalado el primer gobierno surgido del voto popular y entonces nace un tango que tiene los elementos para catalogarlo como el primer tango canción, porque como establece con muy buen criterio Laura Bedoya, Pascual Contursi tomó el instrumental “Lita” de Samuel Castriota y le acopló una letra con un corpus en el que por primera vez se plantea un tema, se desarrolla y hay un desenlace: “Mi noche triste.
Una lluvia de cantores y cancionistas pobló la poética de de letras runfleras y machistas. La influencia de los movimientos literarios venidos del simbolismo, del modernismo y de otros más derivaron las letras hacia el género Nostos, que no trata solamente del deseo de regresar a la patria sino también de la retención de su identidad.
El nuevo tango empezó a dar cuenta del “lunfardo”, una jerga rústica y transgresora formada con la mezcla de lenguas diversas, que del pueblo bajo pasó a constituirse como una forma coloquial y popular de hablar porteño y sentó sus reales en las letras de tango de las primeras tres décadas del siglo XX dándoles el sabor personal que le imprimió ese carácter melancólico y único que tiene el tango.
Buenos Aires y Montevideo eran puertos con antros y entreveros similares, frecuentados por cafiches, fiolos, compadritos, malevos, chirusas y bataclanas, que no poseían etnias ni patrias definidas y nuestras ciudades desarrollaron submundos regidos por leyes y códigos propios.
Aquellos Abastos y nuestros Bajos fueron los que abastecieron de letras al Morocho y sus pares. Decenas de temas y melodías brotarían de su silbido callejero y serían traducidas a música legible. El tango se volvió sinónimo de las orillas del Plata y con el tiempo incorporó abundante minaje que está imponiendo otro tono a la letrística del género.
Hoy día sería impensable, e imposible, hacer apología del delito como en aquel entonces porque no podemos negar que el número de mujeres tontas o sojuzgadas y tipos que las viven siempre hubo y sigue en ascenso.
Pero vamos a comenzar la historia por el principio:
¿Quién fue el que mordió la manzana?: Adán
¿Quién fue la inspiradora de la idea?: Eva
Desde el comienzo de la historia las minas somos las inspiradoras tanto de las buenas como de las malas ideas.
¿Quién fue el autor de la primera letra a la que puede atribuírsele la redención social del tango?:
Angel Villoldo: músico, armonista, cantor, actor, compositor, nacido en Buenos Aires y llamado “El Papá del tango criollo” cuando corría el año 1905.
¿Quién tuvo la brillante idea de desafiarlo a escribir una letra que pudiera ser cantada ante una platea decente?:
Lola Candales, vedette uruguaya, bellísima, quién sugirió a Saborido: “Nada de malevos, nada de noche, nada de arrabalerías ¿comprende? Una letra, viejo, que se pueda cantar en un confesionario”– pero nadie la llama “La Mamá de la idea”-.
Hasta ese momento, los varones no habían hecho más que valerse del tango para franelear o para mejorar sus ingresos exhibiendo a sus pupilas, floreando títulos como: “Sacudime la persiana”, “¡Qué polvo con tanto viento”! “Dejala morir adentro”, etc, etc, y muchos más terribles etcéteras, en los que es mejor no profundizar.
Con “La Morocha” y gracias a una mina, el tango dejó de ser una chabonada, es decir: cosa de chabones, para convertirse en un estilo merecedor de dar la vuelta al mundo en las más afamadas gargantas. ¡Qué tal!
Y es que las primeras letrillas de tango, nacieron en los lupanares y luego pasaron al varieté a través de un tamiz que las fue refinando gracias a escritores no muy letrados.
Los temas eran siempre los mismos; animados por un espíritu machista y rufianesco:
El tango, “El Taita”, 1907, de Silverio Manco y Alfredo Eusebio Gobbi bate fanfarrón:
“Soy el taita más ladino, fachinero y compadrito”.
¡Vaya sobreestimación!
Y agregaba:
“Y si se trata de alguna mina, la meneguira me hago ligar.
Y si resiste en aflojar con cachetiarla me la va a dar.
Se llama Elvira la paica mía, y día a día da lindo espor…”.
«El porteñito”, de Angel Gregorio Villoldo se daba corte diciendo:
“No hay ninguno que me iguale para enamorar mujeres…
Y al hacerle la encarada la fileo de cuerpo entero,
asegurando el puchero con el vento que dará.”
Con “La Morocha” en cambio, se le daba permiso al tango para entrar en las casas de familia de la clase media acomodada, donde las señoras y las niñas tenían un piano en la sala, el que solían tocar con más o menos habilidad. Era la época en que les hacían creer a las mujeres que saber tocar el piano era un argumento más para conseguir novio. Sin embargo, ellas morían por reemplazar los valses de Straus por la sensual cadencia de un tango, en el que soñaban abrazarse al destino de un varón.
“Los hombres son el demonio, dicen todas las mujeres y siempre están esperando que el demonio se las lleve”.
En 1917, con “Mi noche triste”, nace un modo diferente de sentir, de concebir y de plasmar una canción radicalmente nuestra, entrelazada a la jerga lunfardesca, esta vez usada para desarrollar poéticamente un fato amoroso.
¿Quién fue el creador del nuevo modo de cantar el tango?:
Carlos Gardel, quién más rápido que una cañita voladora, ofreció algo nuevo a esa mezcolanza cultural: un tango cantado representativo de la nueva ilusión de los pobladores, en el que se entendieron con palabras después de haberse abrazado con el cuerpo para tratar de evadir la soledad y el desarraigo.
Acostumbrado a andar entre cafishios y malandrines, descubrió que también ellos, a veces, tenían un corazoncito y eran capaces de lagrimear cuando se les piantaba la mina y con ella su filón.
¿Quién fue el autor de la letra?
Pascual Contursi
¿Quién fue su inspiradora?:
La percanta
Pascual Contursi fue, al decir de Agustín Remón, quién llevó el tango de los pies a los labios, claro que eso ocurrió después que la mina le espabiló los sentimientos al chabón.
Él descubre que ella era su alegría y su sueño abrasador. Para olvidar sus penas se encurdela, llora, y se diría que mucho que hacer no tiene porque se la pasa campaneando su retrato. No sabemos si en realidad el espejo está empañado o simplemente roñoso, como consecuencia del paso del tiempo, ni si la lámpara del cuarto ya no alumbra porque se le quemó la bombita o porque la mina al irse no pagó más la luz.
Todo eso no tiene real importancia.
Lo realmente importante es que el tipo se apiola, si bien de manera muy elemental, de nuestra real importancia.
Entonces no se le ocurre nada mejor que empezar a tirar culpas a diestra y siniestra, pero siempre apuntando a los blancos femeninos.
Durante décadas, la cosmogonía tanguera mostró mujeres maltratadas por fiolos, tahures y malandras y formó parte de la historia sórdida de la prostitución. La vida de las pupilas era mala y solían acabar en la miseria, enfermas y marchitas en plena juventud. Algunas fueron rescatadas por el amor, confirmando con la excepción, la regla.
Los primeros años del siglo, el tango desfiló por los más famosos locales bailables de la época (la casa de Laura, Mamita, María la Vasca, Hansen …), abandonando hacia 1914 sus orígenes aparentemente prostibularios, gracias a los compositores de talento que aprovecharon el proceso de cambio que vivió nuestro pais con el cosmopolitismo inmigratorio.
Atenuadas las dificultades económicas y sociales se hacía necesario afirmar nuestra identidad incorporando el lunfardo, allí donde se entrecruzaba la orilla, la milonga, los patios de los conventillos, las salas de las casas de familia, las canchas de fútbol, las escuelas, las calles…
Como la sociedad era machista, el tango seguía siéndolo. Si bien había atenuado sus alardes varoniles de malevaje belicoso, no se avenía a abandonar su postura de perdonavidas.
Esto ocurría porque, como consecuencia de la inmigración, abundaban los varones y la mina tenía una demanda bárbara. Esa demanda la transformó en una mina de oro para el fiolo, quien floreaba a su pupila y la alentaba a bailar agresivamente, estimulando más los instintos sexuales que los sentimientos. Con este floreo motivaba al gil o formayín a requerir sus servicios.
El amure se convirtió en algo bastante frecuente y la pérdida del amor, en un motivo para llorar, sobre todo si el otro lograba ser feliz en otros brazos.
Es así que el tema se repite en innumerables tangos. Lo que fue ocultado por pornográfico o atrevido reaparece bajo la forma de acusación o reproche dirigido a la que se prostituyó.
Asi nacen “Flor de fango” (Pascual Contursi, Augusto Gentile), donde el tipo le recrimina a la pobre naifa que tuvo la mala pata de nacer en un conventillo alumbrao a querosén, que se haya entregado a la farra, cosa que le permitió pasarla bien unos cuantos años y pelechar bastante. Sin embargo, nos cuenta como al pasar, que “los amigos” la engrupieron y terminaron por perderla noche a noche en el festín. -Si la mina hacía rato que estaba perdida, ¿no habrá querido decir que además la afanaron? – En fin, que si lo analizamos un poco, aquí Contursi no deja títere con cabeza.
Se da un caso parecido con “Margot”, la pelandruna abacanada a la que se embroca desde lejos. Sólo que aquí el tipo, siendo evidentemente “uno de esos amigos”, no pudo chacarle nada, cosa que lo pone muy cabrero. Tal vez Margot haya oído hablar de la flor de fango y en consecuencia se haya dicho. “A mí, ni mi vieja va a sacarme guita”, y la deja nomás lavando ropa en el triste conventillo alumbrao a querosén al que no piensa volver, mientras se mata de risa pensando en el punto que le dice:
“Vos rodaste por tu culpa y no fue inocentemente,
berretines de bacana que tenías en la mente…
Me revienta tu presencia, pagaría por no verte…
Y sigue dedicada a la tarea de marcar los compases tentadores de algún tango en los brazos de algún gil, mientras triunfan su silueta y sus trajes de colores entre risas y piropos de muchachos seguidores, entre el humo del tabaco y el champán de Armenonvil.
La mina de “Zorro gris”, tampoco larga ni los pesos ni el tapado. El autor dice que añora un pasado feliz, pero yo me pregunto si los dolores que la acosan, más que añoranza de la humildad perdida no serán consecuencia de la vejentud ganada.
En “El motivo”, Contursi reitera la historia de Flor de fango y vuelve a insistir con los amigos que enferma y sin vento no la van a querer. -¡Flor de amigos!
Lo curioso es que Flor de fango, Margot, Zorro Gris, nos muestran que, si bien la prostitución era un mal negocio para la mina, los que en realidad siempre terminaban reventándola eran “los amigos”, quienes se hacían humo en cuanto la veían vieja y sin chance.
Una de las letras más populares de la época fue “Ivette” de Pascual Contursi y Costa Roca
“En la puerta de un boliche
un bacán encurdelado
recordaba su pasado,
que una mina lo amuró”.
La conducta de la china lo llevaba de vuelta al alcohol pa buscar consuelo sin dejar de reprocharle el costo de la inversión.
“¿No te acordás que conmigo
usaste el primer sombrero,
y aquel cinturón de cuero
que a otra mina le saqué?”
Afortunadamente, en 1920, Celedonio Flores llega con “Mano a mano” para “rehabilitar al amigo”, quién rechiflao en su tristeza, evocando a la mina, reconoce que en su pobre vida paria fue “Sólo una buena mujer”. Fuiste buena, consecuente, y yo sé que me has querido…como no quisiste a nadie, como no podrás querer.”
Pero le tira culpas: “hoy tenés el mate lleno de infelices ilusiones”, y le reprocha que se le hayan entrado muy adentro en el pobre corazón las locas tentaciones proporcionadas por los magnates.
Mientras tanto le augura que sus triunfos, pobres triunfos serán pasajeros, a pesar de que él, bolaceando, le bate que desearía que formen una larga fila de riquezas y placer.
Agrega “Nada debo agradecerte, mano a mano hemos quedado; no me importa lo que has hecho, lo que hacés, ni lo que harás. Los favores recibidos creo habértelos pagado y si alguna deuda chica…” Eso sí, si alguna deuda chica se le olvidó, espera que ya se la haya cobrado al viejo otario, -no sea que le venga con ese tipo de reclamo.
Más tarde aparece la añoranza por la mujer que en algún momento se abandonó.
“Patotero sentimental”( Manuel Romero – Manuel Jovés)
“En mi vida tuve muchas, muchas minas, pero nunca una mujer…
Cuando tengo dos copas de más, en mi pecho comienza a surgir, “el recuerdo de aquella fiel mujer que me quiso de verdad y yo ingrato abandoné”.
El tema se repite en “Nubes de humo”
“Fume compadre, fume y charlemos y mientras fuma recordemos
que como el humo del cigarillo ya se nos va la juventud…
Con el alma la quería y un negro día la abandoné
Ella juró que era buena y no la quise escuchar
Pobrecita mi querida, toda la vida la he de llorar”.
Evidentemente, ella no era tan buena como para agarrarlo de nuevo.
Él la recuerda bien, porque a ella no le quedaron ganas de ensartarse con ningún otro.
Lo que nos muestra que el hombre de la época era capaz de dialogar con los amigos, con la viola y con el bandoneón, pero nunca con la mina. La mina hablaba al cuete. A la mina no se la escuchaba.
Cuando la moza se cansa de hablarle a la pared y se las toma, resulta ser una “ingrata”.
“Silbando” (José Gonzalez Castillo, Cátulo Castillo y Sebastián Piana
“Una calle en Barracas al Sud…
Una calle, un farol, ella y él y llegando sigilosa,
la sombra del hombre aquél
a quien lo traicionó una ingrata moza”.
Porque si a algo no tenía derecho una mujer era a cansarse de un plomazo.
Mejor no hablar de “A la luz de un candil” (Navarrine, Flores). El Mago se había habituado tanto al machismo que exoneraba alegremente a gente de avería y fuera de la ley, y con la más dulce y melodiosa voz era capaz de tiernizar hasta el “güen entripao del gaucho bueno” llamado Alberto Arenas:
“¡Señor… me traicionaban y los maté a los dos!
Mi china fue malvada, mi amigo era un sotreta;
cuando me fui a otro pago me basureó la infiel.
Las pruebas de la infamia las traigo en la maleta:
¡las trenzas de mi china y el corazón de él!”
¡Menos mal que era un gaucho bueno y honrado a carta cabal!
No había nada que hacer, el tango seguía siendo machista y los varones deberían tener cuidado con el machismo porque puede incitar a las minas a la «Venganza».
“¿No sabés que el machista es un boludo
que provoca en las minas resistencia
y es difícil medir la consecuencia
de hacer cumplir las leyes del embudo?
Tu chamuyo despótico y sesudo
no contempla que crea una carencia
al negarle a una naifa inteligencia
si piensa, bajo el cuero cabelludo.
Terminala con esa intransigencia
porque tus argumentos son al ñudo
y ya pudre vivir en la obsecuencia.
Te bato con un tono más que crudo
ya que estamos en tren de confidencia
que además de machista, sos cornudo.”
Hoy, cada vez más mujeres saben que las asisten determinados derechos. Son las que asumen la voz y mandan a más de uno a cantarle a Gardel en pos de la conquista de la real independencia femenina y en contraposición con aquellas muchachas no emancipadas que salían a cantar las letras que les escribían los varones para hacer valer su condición de dueños, como en “Mi papito”
“No andes con vueltas y fajala…
la biaba es lo mejor.
En cuanto le des cuatro gritos
y la trates de prepotencia,palpitara la contundencia
y te dira loca de amor:
«Yo quisiera que me casques pa’quererte, mi papito,
yo quisiera que me dejes de ambulancia, mi papito,
por favor…!
¡Por favor, andá a tocar el arpa, debía pensar la mina! ¡Martín, Fontaina y Soliño estaban del tomate!
En “Muñeca brava”, Cadícamo describe al punto que no puede tolerar el triunfo de la mina, le augura que será pasajero y la desvaloriza desde el vamos, con ese “Che madam”, además de tildar de giles a todos los que la festejan.
Y se conduele del triste destino de Madame Ivonne, la pebeta que “con su pinta brava de alegre griseta animó la fiesta de Les Quatre Arts” y a la que, según él, diez años después, “ya nada le queda, ni aquel argentino que entre tango y mate la alzó de París”.
A propósito de Madame Ivonne…”
«En principio está muy claro que la mina era francesa
y yiraba su belleza cotizándola muy caro.
Enganchó un bacán preclaro rondando el Barrio Latino.
El punto era un argentino que a Buenos Aires la trajo,
después, esgunfio del Bajo se rajó de su destino.
Lo que sigue es un balurdo aún sin desentrañar
que por rima, por azar, tiene un desenlace burdo.
No sé si burdo o absurdo y de ribetes extraños.
Se piantan sin más diez años, la minusa ya es Madam,
bebe triste su champán y todo se fue a los caños.
Yo me pregunto: ¿por qué? si diez años no son nada,
no puede estar acabada y escabiar champán frapé.
Luce un empilche chipé porque ya no es más mistonga.
Y la sigue con la conga que abrazara de pebeta,
cuando tiró la chancleta y se dio a vivir de ronga.
De ahí a que no queda nada hay como de aquí a París.
¿Por qué no darle un mentís a una historia tan trillada?
Pienso que fue una chingada y no me digan que miento.
Porque la naifa del cuento fifa, escabia y tiene guita.
¿Esa tristeza contrita, no será sólo un invento?”
Aún no repuestas advertimos que la cosa se viene agravando con una milonga como para armar milonga precisamente cuando el punto, presa de un gordo entripado, no puede soportar lo bien que le va a la mina que lo amuró, amenaza con “Tortazos” (Maroni, Razzano) a la señora Ramos Lavalle y le espeta:
“que cuando lucís tu talle, con ese coso del brazo,
no te rompo de un tortazo por no pegarte en la calle”.
También es otra la realidad que nos muestra Celedonio Flores cuando apunta:
“Cuando me entrés a fallar”
“He rodao como bolita de purrete arrabalero
y estoy fulero y cachuzo por los golpes, que querés?…
El hombre es como el caballo: cuando ha llegado a la meta
afloja el tren de carrera y se hace manso y dulzón.
Vos sos buena, no me cabe ni un reproche
y sos para mí una amiga desinteresada y leal,
Y entré a quererte por una ley del destino,
sin darme cuenta que estaba ya viejo para querer…
Viejo… Porque tengo miedo que me sobres en malicia
Viejo… Porque desconfio que me queres amurar…
Te quiero como a mi madre, pero me sobra bravura
pa’ hacerte saltar pa’ arriba cuando me entres a fallar”.
¡Menos mal que se había hecho manso y sobón el jovato! No estaba muy dispuesto al diálogo ni a dejarla vivir en paz lejos de él.
En esa época en que los dictámenes eran: escuchar a los hombres, asentir, no polemizar nunca con ellos y ser más discretas que mucamo japonés como garantía para ser aceptada y eventualmente amada; las mujeres debían agradecer a la suerte, la posibilidad de empilchar, viajar o simplemente morfar.
“Hambre” (Cadícamo, Cobián)
“Andá a hacerle el cuento a otra, que conmigo has terminado.
¿Qué te crees, que porque aguanto, estoy en liquidación?
Voy a darte vacaciones por tiempo indeterminado,
pa que otra vez no confundas gordura con hinchazón.
Ya me tenes requete harta con tanto grupo en almibar…”
Nos gusta el grupo en almíbar, pero de postre.
“¡Me has hecho bajar seis kilos de un solo saque, traidor!
Vos me hacés ver la comida con catalejo’e marina,
y después andas diciendo que estoy flaca por amor”.
En el primer tercio del siglo pasado hay infinidad de letras llenas de añoranza por la felicidad gozada al lado de una mujer, pero casi no hay letras que inciten al hombre a valorarla cuando la tiene. Se diría que la única forma de apuntalar al hombre era desvalorizar a su costilla.
Curiosamente, las letras de tango, más que una pobre imagen femenina, daban una pobre imagen masculina. Al comenzar esta investigación, estaba convencida de que el tango siempre nos había tratado muy mal a las mujeres. Era un prejuicio, una equivocación.
En 1928 el dramatismo se torna sarcasmo en la agudeza de Enrique Santos Discépolo cuando dice
“Esta noche me emborracho”
“… la vi esta madrugada salir del cabaret…, flaca, dos cuartos de cogote
y una percha en el escote bajo la nuez…
Que me tuvo de rodillas, sin moral, hecho un mendigo cuando se fue.
¡Mire, si no es pa’ suicidarse, que por ese cachivache, sea lo que soy”.
Aparece la compasión por la mina que se lanzó a la perdición. Como el hombre se autocuestiona, hasta se haría difícil dejar de reconocer cuántas culpas hubo en ella, si no fuera por la dureza con que el fulano le dice que parece un gallo desplumao el cachivache.
Si la juzgaba con la misma dureza cuando la tenía con él, no es difícil imaginar por qué lo plantó.
Nacen algunos tangos que incorporan a otros personajes femeninos y que despiertan también la compasión de los gaviones, pero por diferentes y contradictorias razones.
De ahí resulta un personaje digno de lástima la que “Nunca tuvo novio”,
“Pobre solterona…te has quedado sin ilusión, sin fe
Nunca tuvo novio, pobrecita…”
No hay destino de mina que les venga bien.
Tampoco se salva la novia de “Padrino Pelao” de quien dicen:
“¿Ha visto señora?, ¡qué poca vergüenza, vestirse de blanco después que ha pecao!”,
Ni la amasijada heroína de “Dicen que dicen”, vecino, que era toda ternura la que murió, que fue el orgullo de un mozo taura de fondo bueno, como era yo».
Pero como era bueno demasiado en el fondo, no tuvo más remedio que retorcerle el cogote a la pobre paica, después de buscarla por cielo y tierra.
Otro tema interesante es el que desarrolla Armando Taggini en “Mano cruel”:
“Eras la piba mimada de la calle Pepirí, la calle nunca olvidada donde yo te conocí”.
Es la historia del amor ideal, intocado, del que los mozos a menudo se alejaban porque antes de asumir algún compromiso “tenían que vivir”. Ellas, que se murieran esperando nomás.
Tema que se repite en Misa de once: “Entonces tú tenías dieciocho primaveras, yo veinte y el tesoro preciado de cantar”.
Y como él tenía que salir a “rodar por el mundo su afán de glorias y besos”, al menos tuvo la generosidad de aceptar que la mina era una entendida y que al apagarse una vela, cachó otra vela encendida que andaba dando vueltas por ahí.
En “Música de calesita” José Gonzalez castillo evoca: “
“Ayer he pasado por la calle aquella donde un día hicimos un nido de amor.
Antes que en tu noche brillara otra estrella y brotaran alas en tu corazón…”
Bellísima manera de reconocer y aceptar que ella conoció el amor después….
El gavión empieza a darse cuenta de que el que fue a Sevilla perdió su silla.
Claro que algunos varones también pintan otras realidades.
“¡Victoria!
¡Saraca, victoria!
Pianté de la noria, se fue mi mujer
Si me parace mentira después de seis años volver a vivir
Volver a ver mis amigos, vivir con mama otra vez…
Me da tristeza el panete, chicato inocente que se la llevó.
¡Cuando desate el paquete y manye que se ensartó!”
Y está “Cipriano” (Marvil, Vidal).
“Asi con esta cara… yo soy Cipriano,
el rey de la elegancia y del buen humor.
A mi no me engañaron… creeme, hermano,
yo fui al civil solito… y por amor.
Y ella me lo decia: «Mira, querido,
que tengo mi caracter… que soy asi…».
No importa… solo quiero ser tu marido…
¿Por qué no me hice humo cuando la vi?”
En la cultura argentina, el prestigio e influencia ejercido por Francia fue notorio desde la época de la independencia.
El tango triunfa en lugares frecuentados por la aristocracia parisina, amante de todo lo sofisticado y rebuscado, razón por la cual queda fuera de la órbita popular, y cuando es reflotado al Río de la Plata llega afrancesado, justificando aquella letra que nos dice:
“Te cambiaron la pinta allá en Europa y en París te llamaron “le Tangó”
Pero gracias a la danza indecente y maldita, bailada al amparo de la protección prostibularia, Europa va a tomar conciencia de la existencia de los países del Plata.
El tiempo depara una evolución al cabaret y, junto con el cabaret, llegan de París nombres franceses que proliferarán en los tangos.
Aparecen las “Manón”, “Lulú”, “Ivette”, “Claudinette”…
Después de tanta francesa, Troilo le pide una letra a Cátulo Castillo nada más que para que hubiera un tango llamado María, porque le sorprendía que existiendo uno llamado Claudinette, no hubiera uno con el más común de los nombres de mujer, el que a él más le agradaba: “María”
“Eras como la calle de la melancolía,
que llovía, llovía sobre mi corazón…”
También otros autores dieron romanticismo a sus letras con la ayuda de la lluvia que, en el tango, está íntimamente ligada a la añoranza y a la tristeza, tal vez porque las lágrimas se le parecen
“Por la vuelta”
“El mismo amor, la misma lluvia, el mismo loco, loco afán.
Afuera es noche y llueve tanto, ven a mi lado me dijiste…”
“El último café”
“Y entonces comprendí mi soledad sin para qué
Llovía y te ofrecí el último café…”
“Garúa”
Garúa, tristeza,
“Hasta el cielo se ha puesto a llorar”
Es cuestión de poner A mal tiempo buena cara
“Fue la lluvia, parado en la ventana
el punto alucinaba un abordaje,
soñando que mordiera la manzana
una exponente papa del minaje.
Fichando desde enfrente, triste y sola,
ansiaba ser la flor de su solapa,
pero él, ni por error me daba bola,
-yo no era ya pebeta ni era papa-.
Estaba la ocasión allí, cercana,
pensaba en los consejos de mi vieja…
El cuore le arrimó tanta macana
al tubo receptivo de mi oreja
que salí a caminar…El aguacero
deschavaba mis carnes paso a paso
pegándome el empilche contra el cuero
mojado, mientras yo…pitaba un faso.
“¡Oiga moza, convide, se lo bate
quien por fumarse un pucho está que arde!”
-“¡Cómo no, siempre y cuando con un mate
usté me enllene de calor la tarde!”
Los últimos prejuicios: ¡A la lona!
…Faso va, mate viene, trueno afuera,
chamuyo…tras cartón me vio pintona
y me hizo un lugarcito en su catrera.
¡Una semana más duró el mal tiempo
pero él ni se acordó de la ventana!
Y embalado alternó su pasatiempo
con yugo, choripán y damajuana…
Tuvimos una nena y dos varones,
de travesuras el bulín rebosa.
¡Tenía razón mi vieja, los varones
cuando llueve se morfan cualquier cosa!”
Y habría que agregar ahora que, si bien la violencia contra la mujer sigue siendo ejercida en todos los estratos de la sociedad, ello ya no ocurre en el tango. El tanguero se convirtió en un hombre sensible y comprensivo, se diría que el tanguero evolucionó más que el hombre. Corriendo la mitad del siglo, las cosas empezaron a cambiar, los autores comenzaron a utilizar un lenguaje absolutamente poético al referirse al amor perdido. No hay reproches, simplemente una aceptación de la realidad, de las diferentes realidades.
El siglo transcurría, el porteño seguía rindiendo culto a la amistad y mantenía su devoción por el tango y su preocupación por el levante de las minas, a pesar de que casi todos tenían claro que había dos clases de mujeres: las que no se casaban y las que se casaban siempre, aunque no fueran sensacionales, ni hermosas, ni nada.
Es que en esa época no había maridos de segunda, cualquier marido era bueno porque la soltería significaba convertirse en una criada de la familia o hacerse monja.
Hay que tener en cuenta que estas mujeres que hemos estado describiendo vivieron hace no mucho tiempo…Sin embargo, las modalidades de su existencia, sus tareas domésticas, las formas de sus ceremonias amatorias, su lenguaje, su indumentaria, sus diversiones parecieran ser remotas…
En general los tipos buscaban para casarse una mujer bien reprimida, aunque no los entusiasmara demasiado. Total, para la mayoría de ellos, el matrimonio no significaba renunciar ni a las aventuras ni a la farra con los amigos.
Cuando los cachaba la fiebre “Pasional” (Discépolo), reaccionaban más o menos así:
“¿Quién sos, que no puedo salvarme,
muñeca maldita, castigo de Dios?”
Dice después:
“He buscao un rincón pa’ morir”, añadiendo dramatismo cinematográfico sin dejar de declinar hacia ella la responsabilidad de sus propios desvíos.
“Pero el arma se afloja en traición…”
Evidentemente, el arma no estaba precisamente floja porque al final confiesa que si no se mata no es por los hijos sino porque quiere seguir con la loca que lo tiene embrujao.
En “Rondando tu esquina”, Cadícamo y Charlo nos cuentan de un tipo que tiene ganas de buscarla, borrar lo que pasó y perdonarla… ¡y perdonarla!
Desde “Cuando me entrés a fallar” a ésto…
¿Se dan cuenta qué cambio en el tratamiento del tema?
Aquí se ve que ella era medio mariposona, pero eso es algo que ya casi no aflige a los hombres de hoy. Se emparejaron las hazañas
Simplemente se pregunta sin cesar: “¿Qué me has dado vida mía?”
Y con la aceptación de la realidad, surge la necesidad, por fin, ¡Por fin! de dialogar para rescatar lo que nos queda, de hacer
“Nuestro balance” (Chico Novarro)
“Sentémonos un rato en este bar
a conversar serenamente…
hablemos sin culparnos a los dos
porque al final salvamos lo mejor.”
Taboada y Mores, en vez de preguntarse ¿Qué me has dado vida mía? se preguntan “Por qué la quise tanto”:
“Un coro de fantasmas que gritan en la sombra preguntan y preguntan.
Preguntan por qué canto, preguntan por qué lloro,
por qué no la maldigo, por qué la quise tanto…”
Es que ya no se usa preguntar por qué,
cuando la cosa no va más, no va más y chau.
Así lo resumen Homero y Virgilio Expósito:
“Chau, no va más”
“Vivir es cambiar, dale paso al progreso que es fatal
Chau, no va más, simplemente, la vida seguirá
Si lo nuestro no fue ni ganar ni perder
fue tan sólo la vida, no más”.
Así que seguimos tras de nuestras ilusiones, de nuestras quimeras, tratando de inventarnos cada día un motivo nuevo que nos impulse hacia adelante. Eso sí, gracias a la psicología, a la evolución de las costumbres, hombres y mujeres compartimos una misma convicción. ¡Todos estamos desorientados e insatisfechos!!!
Las mujeres hemos tomado la palabra y es más difícil que nunca hacernos callar. Mientras hablamos de nosotras mismas, hablamos de la naturaleza del feminismo, hablamos de la necesidad de la tranquilidad interior, hablamos de la igualdad, hablamos de la importancia de la autoestima, hablamos de nuestro último novio, hablamos, hablamos y hablamos, los hombres escuchan contemplando las virtudes del suicidio.
Nadie sabe qué camino hay que tomar para lograr el ansiado “encuentro”, pero todos lo seguimos buscando empecinadamente.
¡A no desanimarse, que la felicidad también puede estar en la búsqueda!
Porque… ¿Qué pasa con “Uno”?
“Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias…”
Martina Iñiguez / Walter Santoro
Para la Fundación Internacional Carlos Gardel
Agradecemos a Otilia Da Veiga y Oscar Himschoot por sus significativos aportes.