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LA VOZ CONVERTIDA EN IMAGEN

LA FILMOGRAFÍA DE CARLOS GARDEL

¿Sabía Ud. Qué? Carlos Gardel fue el artista que filmo 8 películas junto a la Paramount, hecho nunca jamás superado hasta la fecha por ningún otro artista latinoamericano.

 

 

CARLOS GARDEL tuvo dos pasiones artísticas: la música y el teatro.

El teatro era la síntesis de todas las artes: actuación, música, baile, poesía… todo se amalgamaba y cobraba forma sobre el tablado.

El teatro era muy popular en la sociedad rioplatense de comienzos del siglo XX y fue naciendo un nuevo género, bautizado como Teatro Criollo.

Gardel participó de ese proceso desde las entrañas mismas. Eso sí, entre bastidores. Como un humilde claqué o aplaudidor, como tramoyista… en fin, colaborando en todo lo que pudiera, por apenas unas monedas… eso sí, dándose de aprender de los grandes maestros. Así pudo conocer a los mejores intérpretes internacionales como Sagi Barba, Tita Ruffo, o locales, como Pepe Podestá, Gabino Ezeiza, Arturo de Navas y José Bertinotti, que además de sus maestros, fueron sus amigos.

Con ellos, además del arte de la música, aprendió la importancia del estilo, la del saber estar en el escenario, el del cuidado de la imagen para encandilar al público.

En 1906 pudo subirse al escenario como actor, en la zarzuela “Gigantes y Cabezudos” que se presentó en Buenos Aires en el Teatro Nacional. Tal era su orgullo que muchos años después, cuando grabó sus primeros discos. En un anuncio de la revista Fray Mocho, se presenta como: “Carlos Gardel, tenor. Artista del Teatro Nacional”. Aunque sólo había actuado una vez.

El cine de aquella época, se consideraba poco más que una prolongación del teatro. Tenía la desventaja que era en blanco y negro, y además, mudo.

Cuando se presentó la posibilidad de actuar en un largometraje, en 1917, Gardel no lo dudó y viajó a la provincia de Córdoba para participar en “Flor de Durazno”, un film silente basado en la novela de Hugo Wast. 

Posiblemente este antiguo largometraje, del que sobrevivieron copias en muy mal estado de conservación, contenga el guión más maduro de cuantos Gardel protagonizó en la pantalla.

Se desmerece al no poder oír su voz. De modo que cayó mucho tiempo en el olvido. Además al artista le toca interpretar a un gaucho corpulento, gordo, con pelo largo, tosco… y lo hace con tanta naturalidad que hasta nos resulta difícil creer que se trata de Carlos Gardel. Tampoco sus admiradores de aquellos años, eran capaces de reconocer en la pantalla al elegante cantor de tangos, siempre de impecable traje negro, corbata y camisa blanca.

Gardel prefirió olvidar esta experiencia, y no volvió a insistir en el cine mudo.

Pero cuando en 1929 se lanza el primer largometraje sonoro en New York y la novedosa tecnología llega a Buenos Aires en 1930, se apresura a filmar con Eduardo Morera los primeros cortometrajes sonoros, que son, ni más ni menos que los primeros video clips de la historia del mundo audiovisual.

Esos encuadres musicales se estrenarían recién al año siguiente, como complemento de la película «Luces de la ciudad» de Charles Chaplin. La experiencia resultó un gran suceso, y esos 15 cortos, de los cuáles se han recuperado once, siguen haciendo disfrutar casi tanto como aquella primera vez.

Una de las grabaciones, «Viejo smoking», incluía una breve interpretación actoral de Carlitos, muy lograda por cierto. Hasta tal punto que quienes le rodeaban –Morera, Razzano, Canaro, Leguisamo…– le incentivaron a dedicarse de lleno a las nacientes “sound movies”.

Pero El Mudo buscaba ingresar a escena por la puerta grande. Sabía que el cine podía proyectar su imagen y su voz a todos los rincones del planeta. Guardó esas cintas en las maletas y se marchó a Europa. Allí movería todos los hilos que fueran necesarios hasta hacerse un lugar en el podio de la cinematografía universal.  Y a ese proyecto abocaría todos sus esfuerzos futuros…

El primer largometraje sonoro en el que participa Carlos Gardel, rodado en Francia se conoce con el nombre de «Luces de Buenos Aires», aunque su título real es «Las luces de Buenos Aires». Otra inexactitud repetida desde la fecha del estreno es el lugar de filmación. Por norma se afirma que se rodó en Joinville, y así figura en todos los libros, y los mismos protagonistas siempre mencionaron Joinville. Pero el lugar real del rodaje fue Saint-Maurice, localidad de Isla de Francia, departamento de Valle del Marne, distrito de Nogent-sur-Marne, a pocos minutos de París.

Manuel Romero –guionista, junto a Luis Bayón Herrera–, se inspiró en el título de la primera película sonora de Charles Chaplin, «Luces de la Ciudad» (City Lights), que en Buenos Aires se estrenó el 3 de mayo de 1931, cine Astral, en un programa que incluía el estreno de los «Encuadres Musicales» de Gardel. Una semana después de aquel histórico suceso, comenzó el rodaje de «Las Luces de Buenos Aires».

Charles Chaplin dispuso de dos años, un millón de dólares de la época y una productora cinematográfica a sus órdenes para concluir su debut sonoro. En cambio, Carlos Gardel y sus compañeros tenían un plazo máximo de 19 días para componer, ensayar y grabar toda la película (alternando sus horarios con maratónicas presentaciones en directo); disponían de un exiguo presupuesto apuntalado por dos inversores propios (Sadie Baron Wakefield y su esposo, George), y carecían del pleno manejo del proyecto (el director Adelqui Millar, por ejemplo, solicitaba a los productores que el galán español Florián Rey reemplazara al astro del tango). Frente a tal panorama, queda claro que la troupe gardeliana tuvo que esforzarse al máximo para elaborar, en circunstancias tan poco idóneas, un producto digno.

Gardel tenía un papel secundario en el film. Ni siquiera era el cantante principal. También interpretaban canciones Sofía Bozán, Gloria Guzmán y Pedro Quartucci. Pero las apariciones de Gardel cantando “El rosal” y “Tomo y obligo” fueron un suceso mundial, nunca antes visto. La gente en las salas pedían que se detuviera la proyección del film para retrocederlo y volver a ver y oír la interpretación de “Tomo y obligo”. Y este fenómeno espontáneo se dio tanto en Europa como en Latinoamérica.

Los productores comprendieron entonces que Gardel era la verdadera estrella y ya en el siguiente film le dieron el rol protagónico, y más tiempo de canciones. El primer intentó fue “Esperáme” filmado en 1932. El guión era espantoso, los actores y actrices mediocres… pero las apariciones musicales y actorales de Gardel lo justificaban todo, y hoy sigue siendo un film de culto. 

Para el segundo intento deciden acompañar a Gardel con una figura de primera línea. Hacen una prueba filmando un cortometraje cómico titulado “La casa es seria” junto a la gran actriz y cantante Imperio Argentina. La química entre ambos protagonistas funcionó de maravillas y entonces se encaró un proyecto más ambicioso, un largometraje titulado “Melodía de arrabal” donde tanto Carlos como Imperio tienen la oportunidad de interpretas nuevas canciones desde la pantalla. El estilo de Gardel en el cine comenzaba a aparecer poco a poco.

Gardel se asocia a Alfredo Le Pera para que le escriba los guiones y las letras de las canciones y en 1934 deciden probar suerte en Estados Unidos. Allí crean una sociedad, “Éxitos producciones”, y se asocian a la Paramount, que aún no les da la suficiente libertad creativa, aunque cuentan con mejor presupuesto y mejores actores que en París. Junto a la bella Mona Maris, protagoniza “Cuesta abajo”, en donde estrena tangos y canciones memorables, ya despojadas de todo rastro de lunfardo, o color vocalista.

El siguiente emprendimiento es una comedia “El tango en Broadway”  y participa con dos números musicales dentro del film “Cazadores de estrellas”.

En 1935 filma “Tango bar” y su mejor película: “El día que me quieras”, la cual se estrena de forma póstuma.

Las apariciones de Gardel en el cine dan forma definitiva al prototipo de argentino triunfador. Crea el modelo en el que nuevas generaciones de argentinos se inspiraban. Y cuando Gardel muere en 1935, en un accidente de avión, durante su gira caribeña, nace el mito que el cine se ocupó de transportar a todos los rincones del

Por: Marcelo O. Martínez